Dos caras

127 16 5
                                    

Parte IV

Los dos omegas adultos preparaban el desayuno entre risas y por momentos se comían a besos, sin darse cuenta de que eran observados pero Guillermo decidió interrumpir — Buenos... días — se limitó a expresar y el silencio de formo en la cocina.

Nadie dijo nada y fueron al comedor para tratar de comer, era mejor hablar del tema ahora — Necesitamos decirles algo, chicos... Aimar y yo —

— Están cogiendo, los escuchamos anoche... así que no hay pedo en... —

— ¡Guille! Llegamos al acuerdo de esperar que ellos nos lo dijeran — interrumpió Lionel apenado ante esa imprudencia, Pablo cubrió su rostro apenado y Rafael le dio un zape a Ochoa ante ese descaro.

— Bueno, al menos ya nos ahorramos la plática — respondió Rafael más calmado y prefirió seguir desayunando junto con Guillermo, una extraña pero cómoda mañana en un domingo singular o al menos eso esperaban. Rafael ni Pablo salieron de la habitación durante todo el día, cedían a sus deseos e impulsos sobre todo el mexicano quién disfrutaba de los gemidos ajenos y era inevitable no querer dominarlo ante el exquisito cuerpo que tenía el hermoso omega.

Pablo dejaba embestirse con fuerza y el sudor caía por su rostro. Era increíble como su cuerpo se adaptaba perfectamente ante esos caprichos... sentado entre las almohadas siendo embestido con fuerza, su boca entreabierta y saco su lengua para que fuera succionada con delicia — Rafa... Rafa... — susurraba con desespero.

El mexicano sonrió de forma maliciosa mientras cambiaba de posición y Pablo yacía sobre de Rafa aferrándose a su cuello mientras movía sus caderas de forma rápida hacia adelante y atrás, un cosquilleo invadía su vientre que no tardo en eyacular; Rafael besaba con ternura el cuello expuesto, sus manos se deslizaban sobre la piel suavemente tratando de transmitirle su cariño tan especial.

Pero la prueba de fuego llegó algunos meses después cuando en el cumpleaños de Santiago llegó una visita no deseada, Pablo Aimar contuvo la respiración al tener frente suyo a Juan Román Riquelme — Vete por favor — rogó en un tono suave pero desesperada e iba cerrar la puerta, pero el alfa no lo permitía.

El argentino prefirió callar con un beso a Aimar, pero mostrándose renuente en corresponderle, había llegado tarde a su vida y no seguiría siendo el amante con falsas esperanzas — Déjame en paz, no quiero... no quiero arruinar mi relación por favor — dijo enojado, pero fue ignorado.

Riquelme por su parte reía ante esas palabras al creer sentir la debilidad del omega y lo acorralo entre la pared buscando dominarlo, desesperado de marcarlo con su aroma hasta que fue empujado con fuerza por el mismo Aimar y Rafael era espectador de todo; prefirió ignorar esa situación para regresar a la fiesta de su hijo. Una noche larga donde Pablo buscaba al mexicano pero era ignorado hasta la mañana siguiente, se encerró con Rafael para explicarle notando que perdería todo por un gran malentendido.

— No tienes que decir nada, Pablo. Entiendo que requieras de un alfa, yo no puedo darte un nudo y esas cosas... solo hazlo cuando no este presente y jamás me lo reveles —

— No necesitó de un alfa, te quiero solo a ti y me importa muy poco el nudo. No pienses en esas cosas, te lo ruego... ¡No es nada de lo que crees! Yo no amo a nadie más, solo a ti. Por primera vez quiero pertenecerle a alguien... quiero ser solo tuyo —

Esa noche ambos adultos aprovecharon a Santiago dormido y donde los hijos mayores pasarían la noche con sus amigos en una playa cercana, para bailar bajo la luna en el jardín de forma lenta confesando sus sentimientos nuevamente y alejando todas esas dudas entre ellos; donde la luz los iba alcanzando para iluminarlos estando tan contentos de haber logrado mantenerse unidos tras los malentendidos.

Pequeños cortos Mechoa y demás shipsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora