El sol se ponía en el horizonte de la isla, tiñendo el cielo de tonos cálidos y naranjas. Los Isleños y los Huevitos se encontraba reunido en un lugar secreto de la isla. Habían estado planeando su escape durante meses, conscientes de que la Federación no tardaría en volver a atacar. Pero esta vez, tenían un objetivo muy claro: proteger a sus hijos.
Cellbit tomó la palabra, mirando a todos con determinación en sus ojos. "Hoy es el día, amigos. Hemos preparado todo meticulosamente. Sabemos que no podemos seguir escondiéndonos aquí. Nuestros hijos merecen un futuro mejor y seguro".
Los demás asintieron en acuerdo, con expresiones resueltas en sus rostros. Habían construido un portal de escape que los llevaría lejos de la isla y de la amenaza de la Federación. Habían entrenado y se habían preparado para este momento durante meses.
Fit, habló con voz emocionada. "Vamos a hacerlo por ellos, por nuestros hijos. Vamos a darles un futuro libre de peligros".
El plan se puso en marcha, y uno a uno, cruzaron el portal con la esperanza de una vida mejor. Pero cuando el último de ellos, Foolish, pasó por el portal, algo salió terriblemente mal. En lugar de encontrar un nuevo destino, se dieron cuenta de que seguían en la misma isla.
Foolish miró a su alrededor con confusión. "¿Qué ha pasado? ¿Por qué todavía estamos aquí?"
Roier frunció el ceño y examinó el portal. "Algo debe haber salido mal con las coordenadas. Esto no era lo que habíamos planeado".
Pero lo peor de todo fue cuando se dieron cuenta de que los niños no estaban con ellos. El pánico comenzó a apoderarse del grupo mientras buscaban frenéticamente a sus pequeños.
Maximus, con la voz temblorosa, gritó: "¡Los niños! ¡No están aquí!"
Baghera miró hacia el portal con desesperación. "Tenemos que volver. No podemos dejar a nuestros hijos atrás".
Con el corazón en un puño, todos retrocedieron a través del portal, regresando a la isla que habían jurado dejar atrás. Y allí, en medio de la oscuridad, se encontraron con Cucurucho.
"Bienvenidos", dijo Cucurucho en voz baja, con una sonrisa siniestra en su rostro. "Esperaba su regreso".
El grupo estaba desconcertado y furioso. "¿Qué has hecho con nuestros hijos?" exigió Cellbit.
Cucurucho se encogió de hombros. "Nada que no hayan elegido por sí mismos. Los niños querían quedarse en la isla".
Los padres estaban en estado de shock. No podían creer lo que estaban escuchando. Habían sacrificado su propia libertad para proteger a sus hijos, y ahora parecía que los pequeños habían decidido quedarse voluntariamente en la isla.
Roier, con los ojos llenos de lágrimas, preguntó: "¿Dónde están? ¿Podemos verlos?"
Cucurucho señaló hacia un rincón oscuro donde los niños estaban jugando y riendo. Parecían felices y despreocupados, como si no hubiera amenaza alguna.
El grupo de amigos se miró entre sí, sin entender lo que estaba pasando. Habían regresado a la isla, pero no por elección propia. La isla tenía un poder misterioso que los mantenía atrapados, y ahora debían encontrar una manera de proteger a sus hijos y liberarse de una vez por todas de su influencia.
