16. Una cita peculiar

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𝙰𝚝𝚝𝚘𝚖

Es una cita. Sí, lo es.

Es gracioso que ahora me veas dentro del coche, para esperar a Rojo, más nervioso que relajado. Es decir... Yo NUNCA me pongo nervioso a la hora de salir con alguien, pero supongo que esto se deba a que no es "pasar un rato" sino... bueno... una cita. 

En realidad esto no estaba planeado. 

Durante el brunch, me di cuenta que estábamos teniendo una conexión demasiado buena, tanto que era irreal dado los mensajes silenciosos que nos dábamos mutuamente para tantear el terreno: Las ganas de observar nuestros labios, el provocaros, las manos sobre la mesa sopesando si era buena idea tomarlas, el sentir que el mundo a nuestro alrededor tenía poca relevante... Eso daba un poco de miedo. Aunque tampoco era innegable en saber que la tensión sexual era mutua. Sólo tenías que darte cuenta que, cada vez que me acercaba a él, se creaba una reacción electrizante entre nosotros; casi se sentía como ese impulso de un amigo pesado que te dice "¡Deja de hacer el idiota y cómele la boca!".

Supongo que él tuvo suerte de salir de mi furgoneta un minuto antes de que me atreviera a robarle un beso. Un beso que, seguramente, se hubiera transformado en algo más ardiente y sucio.

Cada vez que me quedo en silencio, me pregunto cuándo es buen momento para besarlo. Es una situación que me corroe por dentro, ya que me empuja a que tome impulsos impropios de mí, y con ello todo mi esfuerzo por mantener una vida limitada por mis propias órdenes inquebrantables se vayan a la mierda. Yo no soy el tipo de persona que se toma las cosas con calma, mucho menos si sólo quiero un polvo para arrancar un pensamiento constante dentro de mi cráneo.

Mi problema es que Rojo está borrando la línea entre el deber y el placer de manera inconsciente. Es por eso que soy paciente. Si hubiera querido abalanzarme sobre él como un lobo hambriento, lo habría hecho en mi vehículo, pero en realidad estoy yendo con mucho cuidado para que el placer de obtenerlo deje un listón alto e invaluable. Además, dentro de mi furgoneta tengo un colchón inflable, por lo que follarlo bajo las estrellas podría ser posible en cualquier noche de cielo despejado.

Sin embargo, esto no es una historia de fantasía y romanticismo creado sólo para mí, sino el mundo real. Los errores pasan. Los traspiés también. Los impulsos te tientan aun cuando intentas que todo esté bajo control, pero eres realista y aceptas que algunas cosas no pasaran aunque lo desees de buenas a primeras. Algunas cosas necesitan tiempo o movimientos concretos.

En el momento que Rojo abre la puerta del portal de su edificio, su sonrisa y mirada me tragan por completo como lo haría el mar con un mareaje agitado. Se siente como si él, al igual que yo, estuviéramos dispuestos a que esta cita fuera obviamente tan peculiar como perfecta; un "sí" en todas las casillas de petición y ninguno marcando un "no". 

Sin límites.

Sin normas.

Se siente como si en cualquier momento su presencia dejará una marca perfecta contra mi piel, aunándose a mis tatuajes. Lo noto cada vez que su respiración caliente provoca que, contra el aire caliente de la noche, sus gafas se empañen y su ceño se frunza con molestia al empeorar su visión. Es es tierno. 

Entra y nuestra conversación es tan breve que muere en pocos minutos. Estamos, ambos, muy nerviosos por razones que supongo son distintas, pero por supuesto yo soy quien carga más peso: No sólo quiero follar con él, sino también hacerle tener una buena noche conmigo, perfecta para recordarla a solas.

Durante todo ese camino hacemos nada fuera de lo normal. Él juguetea con la manga de su chaqueta negra con estrellas blancas, y bajo ésta se encuentra una camiseta de manga larga con un meme científico que no reconozco ni entiendo. Quizás en algún momento le deberé de preguntar.

𝕸𝚊𝚛𝚌𝚊 (𝙸𝙼)𝓟𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora