31. No es de mi tamaño

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𝙷𝚊𝚕𝚕𝚎𝚗

Lo de esperar casi una semana después de coincidir con Attom para tener una cita, a duras penas me ayudó a contenerme lo suficiente para no salirme de mis carriles. Ahora que es viernes me siento feliz, aunque eso no significa que pueda desaparecer de inmediato. Toda esta semana me la he pasado calificando trabajos, colocando notas en rojo porque el resultado fue horrible, hacer horas extras para los alumnos que se les atragantan tanto las ciencias como las matemáticas, y por supuesto cenar con mis amigos en lugar de caer con Attom. Durante estos días, me he percatado que Dante ha estado actuando raro últimamente y no estoy seguro de qué es lo que le ocurre, ya que estoy preocupado por él. Jackie también lo está, pero no ha dejado de decirme que le dé tiempo para ser una buena cotilla y así pueda darme los detalles jugosos.

Justo cuando pienso en Attom por décima vez en lo que llevo del viernes, el teléfono vibra.

Átomo Tatuado: ¡Nos vemos esta noche, protón!

Me hace gracia que haga el intento de sonar "muy científico", pero no le sale demasiado bien. Sólo me queda disfrutar de esto, ya que es una buena manera de alegrar mis momentos más intensos y tortuosos.

Yo: ¡Sé bueno, átomo, o no habrá reacción química!

Dejo el teléfono al lado del puñado de hojas y llevo mi mano al estómago. Los nervios hacen que la barriga se me llene de mariposas, y mi pecho se sienta tan cálido que no puedo evitar hacer amagos de sonrisa. Me siento muy estúpido. Para eliminar esta sensación, llevo mi café a mis labios para que el delicioso primer sorbo me ayude a calmarme mientras el líquido caliente baja por mi garganta.

Jackie entra de repente, pareciendo una zombie con el pelo un poco de revuelto y con un rostro que demuestra que su anterior clase se puso histérica.

—¡Por fin es viernes! —celebra, agitando los brazos hacia arriba como un ligero gritito agotado—. Dime que trajiste tu Keurig y te daré la mayor suerte de tu vida para tu cita de esta noche.

Aguantando la sonrisa, asiento y le hago una señal con mi mano para que se haga ella misma el café con el dispensador. Ni siquiera duda, ya que siempre que tiene una clase de mierda acude a mí para que mi delicioso café la haga sentir menos desgraciada, ya que "el café de la cafetería sólo es para los que están desesperados por caer enfermos de una diarrea". O eso dice ella siempre. 

Y lo peor es que la gente se pone enferma, aunque no salga nada raro en el café.

—Bueno, bueno... —empieza, tomando su vaso de plástico—. ¿A dónde vas a ir con el papucho caliente, Hal? Y por favor, no me digas a otra cafetería o dejarás calva.

—No lo sé —respondo con calma, bajando mi taza de nuevo—. Attom no ha querido decírmelo, ya que le gusta mucho sorprenderme y yo no me opondré a esa idea. 

—¿Te recogerá en casa?

—Obviamente —asiento—. No sé muy bien que tendrá planeado, pero siendo él puedo esperarme cualquier cosa.

Ella, de repente, se acerca hasta mi mesa y sonríe como un gato maquiavélico.

—¿Lo invitarás a tu casa? Ya sabes para qué. 

—Siempre piensas en lo mismo —resoplo aburro de que insinúe eso. Claro que a mí me gustaría, pero no quiero ir tan rápido. Además, ni siquiera he comprado condones a propósito para así no dar ese paso a la ligera. Es como una excusa personal—. Además, ir a mi casa no tiene que acabar siempre en sexo, sino que podemos hacer algo tranquilo como ver una película o una serie.

𝕸𝚊𝚛𝚌𝚊 (𝙸𝙼)𝓟𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora