18. Eso se llama miedo

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𝙰𝚝𝚝𝚘𝚖

Soy un completo gilipollas, y lo peor es que ni siquiera sé por qué he llegado a pensar que tener una cita con él era una buena idea. Nunca traigo a nadie exactamente a este lugar. Nunca. Es mi lugar favorito al que acudir cuando me siento de mierda hasta el cuello, tengo un día horrible, o no quiero que nadie se comunique conmigo. Pensé que sería algo que a él le gustaría, que vería exactamente lo que quería mostrarle.

Los lugares ordinarios no tienen buen gusto, y Rojo no es estrictamente ordinario. ¿Por qué debería de cumplir ese tonto cliché romántico?

Da igual. No importa.

El hecho es que necesito dar varios pasos hacia atrás y terminar con esta mierda. Es por ello que decido levantar mis murallas para no seguir cometiendo errores durante el todo el viaje de regreso a su casa. Ni siquiera lo miro, porque sé que si lo no pararé de darme excusas de mierda para dar vueltas aleatorias y explicar cosas que no debería de darle sin siquiera pensar. ¿Realmente le dije que me gustaba? ¿Si quiera yo le gusto a él? Normalmente ni siquiera me tomo la molestia de pensar en estas cosas, porque el sexo casual es lo que es: Conoces a alguien, compruebas la química, follas y os despedís.

Fácil.

Mi problema es que, ahora que sé lo que se siente el probar su boca o el ver cómo se deshace en cuando mi cuerpo entra en contacto con el suyo, sólo quiero más. Mi pecho se aprieta con la rabia de haber jodido algo que parecía perfecto, sin malos rollos ni mensajes confusos. Las manos en el volante se agarran con fuerza, conforme mis ojos permanecen en la carretera para no pensar en nada que me haga dar marcha atrás.

No sé qué expresión tendrá él, pero es mejor que no la vea.

El silencio me mata, desgarra mi pecho y abre mi estómago como lo harían las garras de las bestias salvajes; pero decir lo que realmente tengo en mente sería mucho más complicado, y si le digo realmente que sólo quiero follar con él para alejar esta sensación conflictiva, hará que me odie y jamás se consuma el acto. Creo que no estoy seguro de estar listo todavía para dar ese paso.

Los treinta minutos que se tarda en llegar hasta su casa se sienten horas, el ambiente pesa y está enrarecido. Ahora que estamos aquí, frente a su edificio, sé que tengo que decir algo conforme él se remueve en su asiento como si quisiera hablar. No debe hacerlo. Si habla, a lo mejor me retracto y todo volverá a joderse.

Quiero decirle que la noche fue divertida en su justa medida, y que me gustaría repetir un evento similar, pero sin cagarla en una frase. Sin embargo, sólo suelto un seco:

―Ya estamos aquí, así que ten cuidado al bajar.

Veo en la periferia de mis ojos que él me observa, exhalando un dolor silencioso que constriñe mi pecho con una sensación de molestia. Si tan solo este no fuera a ser mi último recuerdo antes de huir... hubiera preferido que fuera la forma de mirarme cuando lo besé en la parte trasera de mi furgoneta, o la vez que se sonrojó en la taquería por un comentario sucio mío. O la forma en la que se muerde el labio cuando pilla mi tiramiento de caña. O cuando gime de placer conforme saboreo su trasero como si fuera una tarta... Pero aquí estoy de nuevo, dejándolo nuevamente sin palabras, aunque no de la manera que me gustaría que fuera.

Quiero decirle que lo veré más tarde, u otro día... y en su lugar, opto por detener el impulso, porque no estoy seguro si mi boca dirá lo mismo que mi cerebro. No soy una persona que dice las cosas que no quiere decir, por eso sé que lo que dije antes sobre que me gusta es verdad. Eso genera un sentimiento quebradizo en mí. Necesito frenar esto antes de que todo se estampe contra un muro, de la misma manera en la que debería de haber frenado mi última relación antes de arruinarlo todo al fallarle a Paul cuando más me necesitaba. No pude ayudarlo cuando no sabía lo que pasaba, pero debería de haber sabido al menos que algo malo estaba pasando para que el castillo de piedra se transformara en naipes que se derrumbarían al instante. Debería deberle presionado. Debería de haberle molestado hasta que, mediante el enfado y un grito hastiado, me hubiera confeso todo lo que no pude ver tras la inmensidad de la oscuridad que ya se preveía como boca de lobo en una cueva.

𝕸𝚊𝚛𝚌𝚊 (𝙸𝙼)𝓟𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora