38. Reconstrucción de corazón

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𝙰𝚝𝚝𝚘𝚖

Una semana pasa más lenta de lo que me gustaría admitir, y saber que el premio es Hallen no es que me ayude a soportarme a mí mismo. Lo extraño como un auténtico desquiciado. Y tampoco tengo miedo de decirle muchas de las cosas que pienso, porque somos novios y la comunicación es primordial. De hecho... creo que hablo demasiado, y eso es difícil porque él cuando se engancha a una charla no te suelta del brazo ni aunque se lo digas. Se enfrasca hasta el tope.

Por supuesto que también quisimos vernos durante esta semana, per ambos estábamos demasiado ocupados con nuestros trabajos y obviamente no podemos desatenderlos. Sin embargo, eso no ha detenido el flujo de mensajes diarios, llamadas nocturnas y videollamadas en las que a veces perdemos la noción del tiempo.

Cada vez que la pantalla de mi teléfono se ilumina, siento que mi corazón se tensa de inmediato para saber si es él o no. También es que estoy ardiendo las veinticuatro horas por él, y no de fiebre precisamente.


En cuanto estoy a nada de responder al último mensaje que me envió, alguien llama a mi puerta y sé perfectamente quién es. Es por ello que mi boca encuentra la suya en cuestión de segundos, tomándolo de la ropa y atrayéndolo a mi dominio. Es la mejor manera de saludarnos. Pateo la puerta durante el proceso, e incluso el ligero cuerpo de él es presionado contra la pared de mi entrada conforme mis manos toquetean sobre la ropa. 

Él tampoco se queda quieto. Las manos en mi cabello para que no separe la boca de él es una norma no escrita, y presionar mi cuerpo contra el suyo mientras nos besamos un extra que disfrutamos.

Por desgracia, el "TING" que suena desde el temporizados de mi horno destroza este momento ardiente e idílico.

—Espero que no estés pensando en ignorarlo, o terminarás quemando la casa —me dice él, riéndose levemente al ver mi cara de fastidio.

Tengo que apartarme, añadiéndole un gruñido molesto, y digo:

—Para algo se invitó la comida para llevar y existen los bomberos.

—Aunque sea muy tentadora tu oferta de vivir conmigo, tenemos que ir poco a poco, Sr. Pervertodo —me da un leve golpe en el brazo, después me obliga a darme la vuelta y me empuja hacia la cocina—. Alimeeeentame, hermoso y sexy esclavooooo.

Primero se ríe él, después le sigo yo, y cuando llegamos a la cocina me volteo para agarrarle del trasero y depositar una juguetona mordida que a duras penas dejará marca.

—¡Oh, no, me quemo, Attom! —grazna entre risas.

—Para eso existen los extintores personalizados, cariño.

—No —sentencia, apartándose de inmediato para no encerrarlo de nuevo contra la pared—. Nada extintores personalizados hasta que mi perro interno no deje de...

Gruñe su estómago, a lo que termino riéndome a carcajadas para hacerle caso. Hallen si tiene hambre se pone de un humor terrible, y dado que le gusta mucho comer, sé que una porción pequeña de las cosas nunca es una opción.

En esta ocasión termino sacando una versión bastante humilde de pastel de carne, que no es precisamente mi mejor creación, pero tampoco es que tenga muchas opciones en la nevera. Apago el hornillo, pongo los platos del gabinete a la mesa de la cocina, y en todo momento soy observado por un lindo pelirrojo que me asesina con la mirada de manera adorable porque sigue teniendo hambre y yo voy muy lento.

—¿Es una venganza por lo del sexting?

—Jamás me vengaría por algo así —le guiño el ojo de inmediato.

𝕸𝚊𝚛𝚌𝚊 (𝙸𝙼)𝓟𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora