32. Derrítete, Rojo

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𝙰𝚝𝚝𝚘𝚖

Aunque mi tono en el comentario hubiera sonado demasiado "al estilo actor porno", mi intención sólo era provocar un sonrojo y una risa tonta; no el comprobar que una persona puede ponerse rojo incandescente durante todo el trayecto hasta el restaurante que deseo llevarlo. De hecho, agradezco que el viaje no esté repleto de silencios incómodos. Rojo habla cuando yo le hablo, observando que su alegría de tener una cinca juntos de nuevo no parece eclipsar algún pensamiento que lo ha puesto tan acalorado. 

—Hal, relájate —le pido—. Sólo estoy jugando un poco con tu inexperiencia, pero no pensé que te pusieras como un hierro candente.

Su respuesta silenciosa es sonreír, esforzándose por relajarse en el asiento, pero preveo que esto será algo más complicado.

—¿A... a dónde vas a llevarme?

—Es una sorpresa —le guiño el ojo, a lo que al menos consigo que el tono rojizo de su piel baje aunque eso me haga ganar una mirada de sospecha.

—No será otro picnick, ¿verdad?

Nope —niego con la cabeza varias veces—. Aunque el picnick haya sido una experiencia interesante, no es buena idea repetir lugares tan de seguido o se pierde la magia de crear planes sorpresa. Sólo se un poco más paciente, ya que no iremos demasiado lejos.

A decir verdad, el estacionamiento al que nos dirigimos sólo está a quince minutos en coche desde su casa. ¿Y por qué hice eso? Porque tengo la experiencia suficiente para saber que Hallen dejará caer lo de ir a su casa, y no sólo por el condón, sino porque es una buena "recompensa" por haber aguantado durante una semana sólo a base de mensajes. 

 En una encantadora esquina, se encuentra el restaurante italiano de tus sueños, o al menos eso es lo que le he escuchado decir a mucha gente que ha ido. Sus cristales ahumados dejan entrever un resplandor cálido y acogedor que te invita a entrar. El aroma embriagador del ajo, la albahaca y el tomate se cierne en el aire, un adelanto tentador de los sabores que están por venir, claro que todavía no hemos entrado y sólo estoy describiendo brevemente lo que leí en las reseñas de Google.

Sin embargo, he visto bastantes fotografías para saber que el lugar está bien. Las mesas de madera pulida, meticulosamente dispuestas, están adornadas con manteles a cuadros rojos y blancos que aportan un toque rústico a la atmósfera. Velas parpadeantes, escondidas en botellas de vino recicladas, arrojan una luz suave y dan un ambiente romántico a la velada.

A lo largo del local, en el exterior, puedes escuchar el suave murmullo de conversaciones en italiano. Los comensales disfrutan de la música de fondo que recrea una escena típica de una trattoria en Italia, un suave vals de acordeones y voces apasionadas.

—Tengo la esperanza de que nunca has llegado a esta joya, ¿me equivoco?

Sacude la cabeza, aceptando que él no ha venido y eso es un buen punto para mí. Sin mediar palabra sale de mi furgoneta, siguiéndole yo para colocarme a su lado, a lo que dice:

—Tengo que admitir que es una sorpresa que hayas tirado por un clásico —admite con una ligera sonrisa entre los labios—. Es la primera vez que vengo.

—Entonces será una primera vez compartida, porque yo tampoco he venido personalmente —le digo con una risita baja, aceptando que me tome mi brazo con el suyo conforme nos acercamos a la entrada—. No te haces una idea de las veces que he oído a la gente decir que los restaurantes italianos son aburridos.

—¡Qué sacrilegio! —exclama, un poco ofendido y un poco también dando un toque de humor a su expresión facial—. ¡¿A quién no le gusta la comida italiana!?

𝕸𝚊𝚛𝚌𝚊 (𝙸𝙼)𝓟𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora