4. 𝙳𝚎𝚜𝚎𝚘 𝙲𝚘𝚗𝚏𝚕𝚒𝚌𝚝𝚒𝚟𝚘

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𝙰𝚝𝚝𝚘𝚖

Tengo un deseo culposo: Lo que me gusta, necesito probarlo aunque sea una vez.

El gusto por probarlo lo siento cuando su mano roza la mía, generando una sensación electrizante que recorre todas las regiones de mis venas en cuestión de segundos. Es una necesidad imperiosa de tocarlo un poco más que un roce, en lugar de hacer todo lo contrario y recordar que él y yo no somos para nada lo que esperarías ver en un dúo. Es lo que me recuerdo en el momento que el teléfono descansa entre nuestras manos a modo de barrera, separando su piel de la mía, y en el fondo yo no quiero que nada me impida tocar su piel. 

Es imposible no perderse en esos grandes y pronunciados ojos azules que se clavan en los míos, reteniéndome al igual que harían las correas o cadenas en mis extremidades en una cama. Debo de decir algo. Lo que sea. En lugar de ello mi cerebro me suplica que siga mirando unos cuantos segundos más, sentir que puedo nadar dentro de esos iris como si lo hiciera en un lago y esperar que en algún momento él me ahogara dentro. 

Antes de que ese deseo interno se cumpla metafóricamente, aparto la mirada y tomo una profunda bocanada de aire lo más sutil posible.

Quiero soltarle algo inteligente. O interesante. O sexy. 

Pero lo que le suelto en su lugar es: 

―La pantalla de bloqueo es encantadora y tu corbata un tanto bonita.

No quería decirle eso. En realidad, lo que me hubiera gustado decirle en voz baja es que ahora mismo tengo curiosidad de verle sólo llevando esa corbata y esas gafas de empollón bajo mi cuerpo. Sin ropa. El chico es de cuerpo menudo, por lo que verle retorciéndose debajo de mí, deshaciéndose ante mi contacto, hace que mi polla se ponga dura como si hubiera vuelto a mis diecisiete y el simple pensamiento fugaz fuera una ordenanza mental. 

Sus pecas me causan fascinación, esparciéndose sobre sus mejillas, y me hacen preguntarme hasta dónde se esconden todas y cada una de ellas. Me tientan a contarlas con la mirada como lo haría con las estrellas de un cielo raso, e incluso con mis propios dedos y lengua para trazar líneas imaginarias y crear constelaciones perfectas en esa piel pálida y lechosa.

Ha sido patético haberle dicho aquello, en lugar de algo que me hiciera ver como el tipo sexy e increíble que puede llamar la atención de cualquiera. Lo único que he conseguido es soltar una respuesta estúpida y sosa. 

Es irónico. Por lo general nunca me cuesta decirle a alguien lo que quiero, cómo lo quiero y cuántas ganas tengo de quererlo en mi poder. Supongo que tal vez es mejor así. Mejor que esas sean las últimas palabras que le diré al chico antes de volverme a la sala, esperar unos minutos a que venga mi cliente y dejar que el tiempo pase porque no lo volveré a ver. 

Así que me voy primero, sentándome en la silla al lado de la mesa donde tengo todo el material para tatuar ordenado y algunos dibujos que utilizamos como ejemplo. 

En el fondo lamento que no se quede más tiempo aquí dentro, aunque me contento con saber de que al menos logré poner mi número en su teléfono entre sus contactos. El simple hecho de que sea de unas personas que no bloquea su pantalla, seguramente, significa que es un tipo despreocupado o que es bastante olvidadizo... aunque quizás, con lo de hoy, cambie.

Tal vez ni piense en la posibilidad de que yo haya hecho tal cosa.

Tal vez, si lo ve, lo termine borrando porque lo considera un poco creepy y prefiere pasar de mí.

De cualquier manera no me arrepiento de lo que he hecho, ya que me estoy exponiendo de esta manera aunque sea totalmente impropio de mí. De hecho, yo jamás he dado el primer paso en toda mi vida con un chico, pero he visto algo en ese bonito y tímido pelirrojo que me llamó la atención para hacerlo. Claro que hubiera sido mejor haber hecho como la gente normal, pidiéndole el número directamente con una sonrisita sexy, una pose segura de ti mismo, y esperar que la persona te mire como una boba para dártelo... y si la respuesta es sí, tengáis una cita pronto.

𝕸𝚊𝚛𝚌𝚊 (𝙸𝙼)𝓟𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora