0021 > Simple Gusto

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Spreen tiró a Juan al sillón, se sentó el a su lado y lo atrajo hasta su pecho, acurrucando lo en el.

— Prometo ya no volver a hacerlo, cariño, prometo ya no fallarte más. — acunó a Juan en su pecho mientras el mayor sollozaba.

Hizo un puño con la camisa de Spreen, quería desahogarse con algo que le sirva y que le dé satisfacción al momento de hacerlo. Su furia y enojo no se quitaba fácil.
A menos de que sea una manera fácil y segura de desahogarse.
Tenía planes, aunque esos planes nunca funcionaban si venía de su parte, siempre se lo decían, los planes no funcionaban su era Juan el que los hacía.

Su sangre hirviente corría por su cuerpo y venas haciendo que la rabia y el enojo se acumule más y más. Su padre tenía razón, no debió haber salido de México cuando el se lo dijo.

— Spreen. . . ¿Podemos ir a casa? — dijo Juan en modo de pregunta, elevó su mirada hasta el rostro de el menor mirando sus oscuros ojos en los cuales su rostro se reflejaba.

Se veía tan idiota llorando por un par de tonterías que, su madre seguramente las solucionaría en dos segundos. Lastimosamente no era su madre.
Xena siempre se lo dijo a Juan: "todo pasa por una razón".

¿Esto le está sucediendo por algo?

O quizás ¿Simplemente sufre por qué si?

Nunca podra descifrar lo.

— Está bien gafotas. Vámonos. — respondió Spreen, sonriendo con inocencia.

El pecador y el inocente cobraban barato, ambos tenían cosas diferentes, el pecador sufría poco y el inocente mucho. Todo es esta vida es injusta para Juan, todo le salía mal y todo caía encima de el, siendo así, una de las vidas más idiotas y inservibles que pudo haber experimentado.

☆—————————————–☆

Al llegar a casa, se fue directamente a su habitación la cual compartía con Spreen.
Abrió la puerta de una patada y se tiro a la cama cerrando sus ojos.

Se sentía débil, sus piernas temblaban, tenía fiebre y sus ojos se sentían pesados. Spreen entro a la habitación, vio que Juan tenía ojeras y su lindo y bello rostro rojizo de la fiebre.

Se dirigió a uno de los cajones, abrió uno de estos y saco un termómetro para tomarle la temperatura a Juan.

Estaba preocupado por el mayor, su cuerpo parecía temblar con cada movimiento a sus costados, sus labios estaban pálidos y su cara parecía transformarse en un tomate. El menor tiró sus cosas al piso, acomodo a Juan en la cómoda de la cama y se acostó al lado suyo abrazándolo de la cintura, su respiración era agitada y parecía respirar por la boca.

— ¿Te sientes bien, cariño? —

— Oh claro que sí. ¿Tu crees que estoy bien idiota? Acabas de demostrarme que eres una de las personas más frías y sin sentimientos del mundo ¿No te das cuenta? — Spreen bajo la mirada un poco apenado.

Eran verdaderas las palabras de Juan, no podía tirarle una contraria porque era obvio lo que el mayor decía.

Tenía razón.

Era una de las criaturas más frías y egoístas de el mundo, nadie podía cambiarlo a menos que sea Juan, el era el único que, a pesar de sus errores seguía estando junto a el.
No tenía a nadie a su lado, nadie más con quién expresarse ni demostrar algo romántico.

- ˗ˋ୨LA OFICINA୧ˊ˗ -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora