0027 > Me Perdiste

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Perderse, en términos de perder algo que difícilmente podrías volver a conseguir, a menos de que le pongas esfuerzo a aquella búsqueda nombrada la más difícil. Pero. . . Cuando se trata de relaciones amorosas, vidas de parientes o incluso de mascotas, es. . . Imposible volver a sentir lo mismo que sentiste cuando los encontraste en tu camino, en algunos casos, las personas no sienten la misma satisfacción, pero en otros, sienten como su alma fue liberada por las garras de aquellos que lo intentaron manipularlo, o que, incluso, lograron aquel ‘objetivo’.
Ya sea padre, madre, tío, tía, abuelo o abuela.
Pueden ser personas de edad avanzada que no entienden a los jóvenes de esta generación, pero pueden llegar a ser irritantes en casos simples, con palabras, pueden arruinar lo que tú consideras ‘el momento perfecto’ de mi vida. Sus palabras podrán ser incoherentes o incluso absurdas y patéticas. Pero no puedes hacer nada porque son mayores de edad, y a ellos, no puedes hacerles menos porque te van a considerar ‘mal educado’.

Y solamente un hombre/mujer de su tamaño puede decirle lo contrario a el que SI es un mal educado.

Aquel que te hizo sentir mal.

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Después de semanas juntos, Juan volvió a Argentina acompañado de Spreen. Ambos volvieron a aquel país siendo ahora novios, comprometidos de que iban a ser la pareja de el año y que todos iban a envidiarles por ser tan perfectos en su relación.

— No empieces con tu capricho porque yo vine aquí solo porque me lo pediste. — dijo el castaño mientras sostenía la mano de Spreen, entrelazando sus dedos delgados con los de aquel chico de greñas oscuras. — Idiota.

— Yo solo te pedí un beso. —

— No. Me pediste un beso muy específico. — desvío su mirada hacía otro lado, indignado al recordar la orden de Spreen, si, una orden.

— Ya, dale, deja de quejarte. — bufó molesto imitando también a el de ojos miel, unos segundos después, volvió su mirada hacía Juan con ojitos de cachorro. — Ya pero. . . ¿Beso con lengua si o no?

El castaño soltó la mano de el pelinegro sacándole el dedo de el medio a Spreen en forma de respuesta.

— No. — su rostro estaba rojo, aunque quiera decir lo contrario. — Estamos en un lugar público donde hay, no solo adultos, si no chamacos de doce a un año.

— ¿Querés decir que lo vas a hacer en casa entonces? — dijo con una sonrisa coqueta y convencido de su respuesta/pregunta.

— Tampoco. —

Spreen cambio su sonrisa a una de supuesta tristeza. Juan no sentía ni pena por el, pero no podía contenerse ante ese bonito rostro pálido que le gustaba tanto y que le exigía un beso en cualquier parte de su cuerpo.
El castaño sostuvo nuevamente la mano cálida de Spreen, entrelazando sus dedos con los de el menor, sonriendo con nervios y soltando un chillido de emoción al sentir la mano de el pelinegro contra la suya.
No sabía porque le daba emoción sentir la mano de Spreen sosteniendo la suya si total ya la había sentido hasta encima de su cuerpo. El castaño desvío un poco mirada hacía el rostro de Spreen.

— En casa te lo doy. — dijo con nervios notorios, tanto en sus expresiones faciales como en el tono de su voz entrecortada y de palabras cortas, Juan no utiliza tantas palabras cortas a menos que no esté nervioso, en este caso, las utilizo por su nervio causado por las preguntas tan sexuales de Spreen. — Puerco. . .

— Por tu culpa me volví así. — miro de pies a cabeza a el castaño, sonriendo poco a poco al ver sus redondas nalgas y sus bonitas curvas de modelo. — Por culpa de bonito cuerpo.

- ˗ˋ୨LA OFICINA୧ˊ˗ -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora