0030 > Loco

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Juan se sentó en la orilla de la cama, sosteniendo su cabeza mientras recordaba un poco de lo que había pasado horas atrás.
Miro a su alrededor, y si, sentía sus ojos pesados y sus pestañas se sentían duras por tantas lágrimas que soltó, su mente estaba en blanco y no podía comprender nada.
Si no volvía a México, no volvería a ver a Drako nunca más.
Mientras sus pensamientos lo comían por completo, escucho la puerta abrirse, su bello novio paso por aquella puerta con una sonrisa despreocupada y sus pelos greñas bien peinados con una camisa perfectamente planchada, como si fuera a ir a algún lado con alguien.

— ¿Que te paso, conejito? — aún sentía que Spreen solo quería tener sexo con él, por eso le decía tantas palabras románticas y le dedicaba cada palabra a él. — ¿Por qué lloras?

Juan se levantó de la cama, mirándolo fijamente a los ojos con algo de enojo y desinterés, por más que no fuera culpa de Spreen...

— Tengo que regresar a México. — se acercó a Spreen, sus ojos demostraban la clara respuesta; “no”

— ¿Para? —

— Surgió un accidente, debo regresar. — suspiro.

Spreen lo sostuvo de sus caderas, acercándolo a él.

— ¿Sin mí? — una sonrisa maliciosa hizo su presencia en sus labios blanquecinos, dejándole claro a Juan que no tenía otra oportunidad mas que ceder.

— ¿Por qué debería de llevarte? —

— Soy tu 'esposo' — ladeó la cabeza. — Los recién casados no pueden irse de casa sin su pareja.

Rodó los ojos.

— Tanta mamada solo para ponerte excusas. — lo miro incrédulo

— ¿Y que? — se inclinó hacía él rostro de el castaño, rozando sus labios carmesí brillante. — Vos nunca me diste una mamada abajo.

— ¿Por qué carajos siempre quieres terminar en... Eso? — chasqueo la lengua algo frustrado.

— Es divertido. — Juan se apresuro en responder.

— No, no lo es... —

Spreen rió bajo y le dió un beso en la mejilla a Juan.

— Entonces solamente dime lo que no te gusta, que yo sepa, a los conejos les encanta- —

— No lo digas por favor... Es vergonzoso. — frunció el ceño

Spreen sonrió, acaricio la mejilla de Juan con los nudillos de sus dos dedos, su piel tan tierna y delicada era digna de un hombre que lo merezca, ese bonito cuerpo tenía tantas cosas sorprendentes que Spreen no tenía tanto tiempo para descubrir esas cosas.
Pero con las palabras: “flexibilidad”  lo decía todo ¿No?

Carreraaa se recostó por su asiento, tronando sus dedos mientras miraba a la pantalla de su computadora, hoy tendrían un horario más tranquilo y seguro, saldrían justo a las once de la mañana para poder  almorzar en casa

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Carreraaa se recostó por su asiento, tronando sus dedos mientras miraba a la pantalla de su computadora, hoy tendrían un horario más tranquilo y seguro, saldrían justo a las once de la mañana para poder  almorzar en casa.
Su mirada curiosa se dirigió hacia la mujer bien maquillada que caminaba por los pasillos como si fuera la jefa del lugar. Uno exclamó;

— ¡Ni que el jefe te haya elegido de niñera, Ari! — se burló

Carre rió bajo, tapando su risita con su mano para evitar que esa mujer se enoje más de lo que ya se enojo con aquel comentario dicho por un trabajador.

— ¡Por lo menos soy una de sus secretarias! — todos dejaron de reír, no por las palabras de la chica, si no por la persona detrás suyo.

— ¿Según quién? — preguntó el pelinegro.

La chica se giró, mirando a su Jefe detrás de ella, su rostro pálido y su sonrisa perturbadora describía lo mucho que odiaba a esta clase de mujeres.

— Fue una broma... — mintiendo para no meterse en problemas.

— Que no se vuelva a repetir. — Ari asintió levemente, se alejó a pasos rápidos se su jefe escuchando como sus pasos pesados caminaban en dirección a la mesa de su compañera de al lado. — No estaré presente por 3 semanas, Nevadas y Borja se van a encargar de ustedes, el boludo que se atreva a faltar sin razón alguna, o lo despido de este lugar, o que se despida de este mundo.

Todos asintieron con miedo incluído Robleis, pero Carre siquiera le hizo caso ya que él era amigo de Juan, Spreen no podía hacerle daño alguno.
Spreen sonrió satisfecho, con tal de que ninguno falte estaba conformando.
Se devolvió a su oficina junto a su bello miope que se había quedado junto a Auron.
Al abrir la puerta, Juan estaba apoyado junto a Auron mientras practican un paso de baile común en España. Spreen, explotando en celos, cerro la puerta detrás suyo sujetando a él castaño del brazo, atrayendolo hacía él, dejando a Juan apoyado en su pecho mientras Auron se quedaba mirando con una sonrisa burlesca a Spreen.

— Suficiente baile por hoy. — dijo el pelinegro con una voz firme y clara a entender por el de mechón naranja.

— Mhm... ¿Estás celoso? — Spreen lo miro serio.

Juan solo podía mantener su cara enterrada entre medio de los pectorales de Spreen, sintiendo como su cara explotaba como un volcán de lo caliente que estaba en los brazos de ese hombre tan hermoso que, desde un principio el dijo que nunca podría enamorarse.


Juan solo podía mantener su cara enterrada entre medio de los pectorales de Spreen, sintiendo como su cara explotaba como un volcán de lo caliente que estaba en los brazos de ese hombre tan hermoso que, desde un principio el dijo que nunca podría ...

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