0022 > Café

229 13 1
                                    

Juan sentía que sus tobillos dolían y mucho.
Su cuerpo se desmoronaba en el piso, se sentía devastado, lo suficientemente devastado como para seguir intentando lo, cuando menos se lo espero, apareció Spreen.

— ¡Spreen! — el pelinegro simplemente desapareció en una neblina oscura, Juan perplejo observó como el contrario se desvanecía frente suyo.

Su vista se veía nublada, se sentía cansado, devastado, deprimido y idiota al pensar que podría ganar algo que nunca pudo lograr.
Sus ojos exigían cerrarse, pero el quería mantener su mirada al tanto de los actos de este lugar el cual era un bosque, un bosque pero con pocos árboles.
El mundo en dónde estaba solamente había tierra roja como piso, partículas de cenizas y árboles quemados.
Miro a su alrededor desconociendo el lugar en dónde estaba, habían cero animales en el lugar y todo estaba en la mierda, en la completa mierda.

— ¿Hola? — el eco en el lugar era impresionante.

Una figura de color gris apareció, aparentando ser Reborn.

¿Que hacía el aquí?

Juan lo miro aterrado, no podía moverse ni demostrar que era superior a el por su momento tan indefenso.
Su cuerpo estaba estático y Reborn caminaba hacia el con ganas de matarlo, sus ojos miel visualizaban a los árboles quemados para deshacerse del miedo que su cuerpo lo obligaba a consumir. Escucho los pasos de su ex novio más cerca suyo.

En el momento en que logro levantarse, apareció en el cuarto de un bar.

— ¡Carajo. . .!— de paso, Spreen también lo hizo por el susto que se había llevado al escuchar a Juan gritar una maldición.

— ¿Juan? ¿Estás bien? — el castaño giró para ver a Spreen quien suspiro aliviado al ver al ojimiel con una sonrisa dibujada en los labios.

— Si. . . Son pesadillas, no podré superarlas. — miro sus rodillas mientras trataba de ganarse un poco de contexto de lo que eran sus pesadillas en estos días, siempre lo mismo.

Aparecia en una especie de bosque tenebroso donde lo único que encontraba eran personas/familiares los cuales tenían un tono gris en su cuerpo.
Todos los que querían ayudarlo desaparecían en cuestión de segundos.

— Ven. — dijo Spreen extendiendo sus brazos para que Juan venga a acostarse en su pecho.

El mayor era su única prioridad.
El nombrado se acurrucó en el pecho del pelinegro, pegando su oreja al pecho de Spreen escuchando los latidos de su corazón.
Spreen acaricio los mechones castaños de Juan, haciendo que recuerde los únicos momentos que fue feliz con Roier.
El pecho descubierto del menor fue acariciado por Juan, la yema de sus dedos acariciaban su pecho y jugaban un poco con sus pectorales, dibujando estos en líneas.

— Hace tiempo, quise hablar algo contigo. — dijo Juan mientras trataba de mantenerse tranquilo, estos temas no solía hablarlos pero supo que en algún momento debería de hacerlo.

— ¿Que cosa? —

— Es. . . Sobre Roier. Mira no te enojes Spreen, se que ya no lo quieres pero, al menos, ¡Inténtalo! — exigió Juan, miro al pelinegro y suspiro profundo tratando de mantener la calma, no quería gritar.

— Roier y yo- — el castaño lo interrumpió.

— No no no, mira Spreen, tu y Roier tienen algo aún, aún puedes salvar la relación que tienes tu con el, al menos con algo lindo de tu parte para el. El tambien merece algo de cariño, ¡Simplemente inténtalo! ¡Verás que el te sigue amando! — el pelinegro hizo una mueca de disgusto, no quería gastar su dinero en Roier y dejar de lado a Juan.

- ˗ˋ୨LA OFICINA୧ˊ˗ -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora