SEIS

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Adriana

A las nueve y media en punto estaba en la puerta de la señora Larissa para recoger a mi monito. Cuando ella abrió, lo vi sentado en el suelo con su único juguete, uno que conseguí de una iglesia en la que estaban regalando diferentes cosas, es sólo un viejo coche de policía de juguete, le falta una de las puertas y las luces no encienden y tampoco suenan. Pero a Jeren le gusta. Me agacho a su lado dejando junto a mí la bolsa con comida que he traído, limpio las lágrimas de su mejillas con mis pulgares.

—¿Qué ha pasado?— le pregunto a la señora Larissa.

—Te echaba de menos.

Mi mayor temor era que Jeren notara demasiado mi ausencia, son muchas horas de trabajo, pero el sueldo nos permitirá vivir en un lugar mejor, Jeren podrá ir a una guardería pronto donde estará con otros niños, podré pagar el colegio, la universidad, y lo más importante es que el seguro médico que Bastian me ha hecho con el contrato lo incluyen a él y a Ulises. No puedo dejar mi trabajo, lo necesitamos los tres.

—Vamos a casa, he traído comida, hay dos hamburguesas con queso— le digo.

Esta noche preparé unas hamburguesas de más para traérmelas a casa, también me traje ensalada y algunos dulces de chocolate que Camelia me dio, dijo que eran los favoritos de Bastian y que se enfadaría si me los llevaba, al principio dudé un poco, no tenía intención de provocar mi despido, pero Camelia me convenció. Dijo que Bastian no me despediría por esto, que, en realidad, sólo me gruñiría.

Levanto a Jeren del suelo, aprieto su cuerpecito contra el mío, yo también lo he echado mucho de menos hoy.

—¿Mañana a la misma hora?— me pregunta la señora Larissa.

—Sí, muchas gracias.

Saco un envase con comida de la bolsa y se lo entrego.

—Es para usted, espero que le guste.

—No tenías por qué, cariño, pero muchas gracias.

Nos damos un beso en la mejilla, Jeren se despide de ella con su manita. Cuando entro en casa, veo a Ulises sentado en el sofá.

—¿Dónde estabais? Es muy tarde.

—Estaba trabajando.

Dejo a Jeren en el suelo y la bolsa sobre la pequeña encimera del único mueble que tenemos.

—¿Trabajando? Te dije que no hacía falta que trabajaras en unos días.

—¿Recuerdas al hombre armado? Me encontró, vino a casa.

Mi hermano frunce el ceño.

—Me ha dado trabajo como sirvienta en su casa.

—¿Qué? ¿Sirvienta? No vas a trabajar en eso, es degradante.

—Es un empleo digno, mejor que sustraer cosas que no son nuestras.

—No puedes hacer esto, somos los Vieira.

—No, Ulises, yo soy Adriana y él es Jeren, vivimos en las favelas y necesitamos trabajar para comer. Ya no tenemos una fortuna respaldándonos.

Mi hermano me mira con odio, no está dirigido a mí, lo conozco bien, odia toda esta situación.

—He traído comida que ha sobrado.

—¿Las sobras? ¿Ahora somos perros?

—¡Basta! Tenemos a un niño de tres años al que debemos alimentar, tengo un buen sueldo, podremos mudarnos a un lugar mejor en unos meses, Ulises.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora