Adriana
Tengo que hablar con mi hermano, no quiero que le cuente nada de nuestro padre a Bastian, no tiene por qué saber eso, son asuntos personales.
Una fuerte música comienza a sonar, me rio cuando veo a Camelia bailando detrás de Bastian con la música de su móvil sonando a máximo volumen mientras bajan las escaleras. Él parece muy enfadado, pero ella sonríe.
—¡Oh venga ya Bastiancito!— le grita.
—¡Camelia!— le devuelve el grito.
Me cubro la boca con la mano para ocultar mi risa, mi cuerpo no deja de temblar. Me giro para que Bastian no vea que me estoy riendo de su desgracia. Me vuelvo a girar, Bastian está detrás de la isla de la cocina mirándome fijamente, Camelia me guiña un ojo.
—¿Necesitas ayuda con las pizzas?— me pregunta Bastian
—No— contesto aguantándome la risa.
La mandíbula de Bastian se tensa.
—Camelia— advierte.
—Bastiancito.
—¿No tienes nada mejor que hacer?
Ulises salen de la habitación con Jeren en sus brazos, la cabeza de Camelia gira como en cámara lenta, abre la boca mirando a mi hermano de arriba a abajo.
—Sí, tengo algo mejor que hacer— contesta ella.
Bastian la agarra por el brazo, la obliga a girar la cabeza para que lo mire.
—Ni se te ocurra— le dice— Él es el hermano de Adriana, está trabajando para mí.
—Suéltame bruto— protesta ella.
—Compórtate, Camelia.
Ella tira de su brazo, liberándose del agarre de su hermano. Se presenta a Ulises estrechando su mano con la de él. Quizás debería advertirle sobre mi hermano, Camelia no es su tipo.
—Jeren tiene hambre— me dice mi hermano.
—Le gusta la piña— le digo— Dejé una cortada en trozos en la nevera.
Le doy un beso en la mejilla a mi monito.
—¿Cómo te encuentras, amorzinho?
—Bien, mami.
Ulises le entrega el envase con la piña que corté esta mañana. Mi hermano lo hace reír dándole un toque con un trozo de piña en la nariz.
—¿Queréis que os sirva algo antes de la cena?— le pregunto a Bastian y a Camelia.
—No, esperaremos— contesta él— Deja que te ayude a cocinar.
—No, es mi trabajo. Me pagas por ello. ¿Lo recuerdas?
—Sí, tengo buena memoria.
Bastian se remanga el fino jersey hasta los codos, dejando a la vista todos sus tatuajes. Algunas venas se marcan en sus fuertes brazos y en sus manos, también con tatuajes. Se lava las manos en el fregadero, lo miro de reojo mientras sigo amasando la mezcla de agua y harina.
—¿Qué hago?— me pregunta.
—Puedes cortar las zanahorias— contesto.
—Muy graciosa.
Esbozo una sonrisa.
—Corta la cebolla. ¿Sabes hacerlo?
Me fulmina con la mirada.
—¿Quién crees que cocinaba antes de que te contratara?— me pregunta.
Finjo pensarlo.
—El chef del restaurante en el que pedías la comida para llevar— contesto sonriendo.
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EL SANTO #3 [Disponible en físico]
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