VEINTIOCHO

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Adriana

Me froto el vientre con mi mano, desde que Bastian se fue hace casi diez horas me he sentido muy incómoda, como si algo no fuese bien.

Mi móvil suena sobre la cama, lo cojo rápido, sabiendo que es él.

—Amorzinho.

—Hola bebita. ¿Me estabas esperando?

—Sí, estaba preocupada.

—Estoy con Mario, quédate tranquila.

Se me escapa un suspiro. Está con Mario, ya está en Cartagena.

—Llegué hace dos horas, siento no haberte llamado antes.

—No pasa nada, sólo estaba... incómoda, sentía que algo no estaba yendo bien.

—Todo está bien, bebita.

—De acuerdo. ¿Cómo está Mario?

—No lo sé, a ratos parece que está bien y a ratos mal.

—No puedo imaginar por lo que está pasando.

—Nunca lo sabrás, te lo prometo. ¿Y mi monito?

—En su cama, dijo que quería dormir ahí porque ya es un niño grande.

Bastian se ríe.

—Te extraño.

—Y yo a ti, bebita. ¿Hiciste lo que te dije?

—Sí, algunos guardias llevaron la comida a las favelas esta tarde. Me dijeron que todos están muy felices y agradecidos.

—Bien, sabía que eso pasaría. Ahora ve a dormir, bebita, tienes una pequeña que necesita descansar.

—No te refieras al bebé en femenino delante de Jeren.

—¿Ha pasado algo?

—Se enfadó con Ulises por llamar al bebé Alma.

—Mierda.

—Bastian, lo estás consintiendo mucho.

—Y lo seguiré haciendo, mi hijo tendrá todo lo que quiera.

—Muy bien, entonces tendrás que lidiar tú con él si el bebé resulta ser niña. Quiere un niño, Bastian, si no obtiene lo que quiere tendrá un berrinche.

—Le daré un niño, tarde o temprano lo tendrá. A papá le gusta hacer bebés.

—Eres imposible.

—Vamos, bebita, te encanta que hagamos bebés.

—Vete a la mierda.

—Te amo, descansa.

Dejo el móvil en la mesita de noche y me acomodo en la cama, el sueño me está pesando. Sin embargo, sigo con esa incomodidad, como si algo no estuviera bien.

La puerta de la habitación se abre, lo huelo a él, me empuja suavemente, pegando mi espalda contra el colchón. Esbozo una sonrisa.

—Me has engañado— le digo.

—No podía irme, bebita.

Abre mis piernas en mitad de un gruñido.

—Estabas esperándome— me dice— Voy a follarte tan bien, bebita.

No, espera, algo no va bien. Intento cerrar las piernas, pero Bastian me lo impide, fuerza mi entrada con su pene. Me retuerzo por la incomodidad y el dolor, me está aplastando el vientre.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora