DOCE

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Bastian

Ni Jeren ni Adriana están cuando me despierto. No los he notado al levantarse, anoche estaba tan mal, pero cuando Jeren apareció y lo tomé en mis brazos mi mente empezó a relajarse. Por la madrugada, cuando ambos estaban profundamente dormidos, cambié sus posiciones. Puse a Jeren al otro lado de Adriana y a ella pegada a mí, necesitaba sentirla. Quizás haya sido eso lo que la ha hecho irse de mi habitación. Mi puerta se abre de golpe, Mikel entra y cierra dando un portazo. Me apoyo sobre mis codos.

—¿Qué coño te pasa?

»¿Qué has hecho?

—No sé de qué me hablas.

»Adriana, Jeren y Ulises se han ido.

Me levanto de un salto de la cama. Voy a buscar a Adriana a su habitación, efectivamente, todo está ordenado aquí, como si no hubieran estado nunca en esta habitación. La busco en la otra habitación, en la de empleados, pero tampoco está. ¿Dónde han ido? ¿Habrán vuelto a las favelas?

Subo a mi habitación y me cambio rápido de ropa, tengo que ir a por ellos y traerlos de vuelta. Alguien toca mi hombro, me giro y veo a Mikel detrás de mí.

»Voy contigo.

Niego con la cabeza, lleva ocho años sin salir de los muros de esta propiedad, el único exterior que conoce es el jardín y el extenso terreno. Una vez intentó salir y le dio un ataque de pánico, no me arriesgaré a que le vuelva a pasar.

»Quiero ir, y voy a ir, estés de acuerdo o no.

—Mikel...

»Estaré bien. Sólo quiero que vuelvan.

—Está bien, vamos.

Al subir a mi coche, veo la silla de Jeren en los asientos traseros, no puedo evitar sentir algo extraño en mi pecho, es como un dolor sordo. No sé qué he hecho para que Adriana haya tomado a sus hermanos y se hayan marchado de la casa. Estoy seguro de que ha debido de ser algo grave, quizás... Sí, ha debido ser por lo de esta mañana, he faltado a mi palabra dos veces, le dije que nunca más volvería a besarla y lo volví a hacer. Luego le dije de nuevo que no volvería a pasar y anoche la puse a mi lado para poder sentirla. Y ni siquiera tengo una explicación para ello. Sé que no la amo, no puedo amar a nadie porque mi corazón ya está ocupado. Pero tampoco puedo mantenerla lejos de mí. No sé, no puedo comprender qué me está pasando.

—¿Cuándo te has dado cuenta de que no estaban?— le pregunto a Mikel.

»Esta mañana. Fui a buscarlos y no estaban.

Espero que estén en las favelas y Adriana no haya hecho ninguna estupidez, no tiene dinero con el que poder coger un autobús y marcharse de Río, no tienen a dónde ir. Ningún familiar al que acudir, su madre era hija única, me lo contaron todo, la familia de su padre también les dio de lado cuando él los abandonó. Sólo son tres, nadie más. Mikel comienza a ponerse nervioso en cuanto el coche está fuera de los muros de la casa, respira hondo varias veces, soltando el aire y cerrando los ojos al mismo tiempo.

—Mikel...

Niega con la cabeza.

»Continúa, por favor.

Piso el acelerador a regañadientes, no me gusta que esté así, pero es tan testarudo como su hermano. El tiempo hasta las favelas pasa muy lento, Mikel sigue nervioso, no deja de retorcer las manos en su regazo y respirar con dificultad. No mejora cuando detengo el coche y bajamos las escaleras hacia la casa de Adriana, va muy pegado a mí, en estado de alerta, vigilando todo a su alrededor. Me detengo abruptamente al ver a Rivaldo entrar en casa de Adriana, parecen muy amigos, ella le sonríe como nunca me ha sonreído a mí. Mis fosas nasales se dilatan por la ira, lo ha dejado entrar. Saco mi arma de mi espalda, Mikel pone su mano sobre la mía, en la que tengo el arma.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora