VEINTIDÓS

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Adriana

Fabiano me acompaña hasta mi puesto de cocina. Lo observa todo a su alrededor, es la primera vez que está aquí dentro, ayer no nos dio tiempo de llegar cuando sufrimos el ataque. Aún no ha llegado nadie además del chef y Elia. Los otros hombres de José y Fabiano se están asegurando de que toda la escuela sea segura.

—¿Te encuentras bien?— me pregunta Elia.

—Sí, estoy bien, gracias por preocuparte.

—No tendré en cuenta tu falta de ayer, ya que, fue un accidente— me dice el chef.

—Se lo agradezco, chef.

Él asiente. La verdad es que están siendo muy considerados conmigo y con mi situación, el chef, a pesar de parecer una persona fría, se preocupa por mí de forma genuina, no le ha importado que mis guardias examinen la clase y la escuela.

—Bien, todo está en orden— dice Fabiano— Cualquier cosa grite mi nombre, señora, y, sobre todo, agáchese, comenzaré a disparar.

—Entendido.

Los alumnos empiezan a llegar justo cuando Fabiano y José se instalan al final de clase, mientras que José observa a todos los alumnos entrar, Fabiano no me quita la vista de encima, no es incómodo, pero sí extraño. Ayer era igual, cuando le pregunté por qué lo hacía dijo que siempre debe tener la vista puesta sobre su objetivo, en este caso, yo soy su objetivo, el que debe proteger.

Me fijo en Davi hablando de algo en privado con el chef, que asiente a algo que él le dice. Davi le entrega un papel, el chef parece leerlo con atención. Davi me sonríe cuando camina hacia a mí.

—Hola— lo saludo.

—Hola chica guapa.

—¿Estás bien? Pareces enfermo.

—Sí, ayer me desperté con el estómago revuelto.

—Oh, entonces. ¿No viniste a clases?

—No, ayer no. ¿Cómo fue?

—No lo sé, tampoco pude asistir, problemas personales.

—Espero que nada grave.

—Todo bien.

Pongo mi mano en su hombro, Davi sisea de dolor.

—Lo siento— le digo.

—No te preocupes, es que siento que me duele todo— se ríe.

—Deberías haberte quedado en casa.

—Ya me ha costado conseguir un justificante médico para el chef, dos será demasiado.

Froto su brazo suavemente, tiene muy mala cara.

El resto de la mañana pasa sin más complicaciones, he tenido que ayudar a Davi varias veces. Por más que le he insistido en que se marchara a casa no ha querido.

—Tengo que invitarte a comer— me dice mientras terminamos de recoger nuestras cosas— Me has estado ayudando toda la mañana.

—Oh, te lo agradezco, pero no es necesario.

—Vamos, Adri, deja que te lo agradezca.

—Está bien, pero sólo un rato, tengo que volver a casa pronto.

Davi sonríe. Aviso a Fabiano y a José de que vamos a salir a comer antes de volver a casa. Camino junto a Davi por la calle hasta el restaurante al que me quiere llevar, mi mandíbula se desencaja cuando lo veo, es muy lujoso.

—Davi, no creo que esto sea necesario, me conformo con un sándwich.

—Tengo que agradecer tu ayuda adecuadamente.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora