VEINTISÉIS

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Adriana

Bastian me ayuda a vestirme, me acaban de dar el alta del hospital. Aunque aún no me encuentro bien del todo, pero ya no necesito vigilancia veinticuatro horas. La conmoción ya se me ha pasado, supongo que los síntomas que tengo son del embarazo, ya que también tengo hambre. No soy la única, Jeren ha pasado la noche con nosotros en el hospital y está hambriento. No deja de quejarse de que le duele el estómago, desde que vivimos con Bastian se ha vuelto un caprichoso, su padre le da todo lo que él pide, lo ha malacostumbrado. No puedo luchar contra eso, lo he intentado, pero Bastian es un testarudo con este tema, no da su brazo a torcer y no lo hará.

—Jeren, por favor— suplico casi sin voz.

No deja de tararear, no lo hace por molestar, pero me duele la cabeza y ahora mismo, no soporto ningún sonido.

—Monito vamos a jugar a un juego. ¿De acuerdo?— le dice Bastian.

—¿Qué juego?

Bastian se pone de pie con Jeren en sus brazos.

—Tenemos que mantenernos en silencio hasta llegar a casa, quien hable se queda sin hamburguesa esta noche.

—¿Y si gano me compras una hamburguesa?— le pregunta Jeren.

—Sí, monito, pero tienes que ganar el juego y mantenerte en silencio hasta que lleguemos a casa.

Jeren asiente.

—Gracias— susurro.

Bastian me da un beso en la frente, rodea mis hombros con su otro brazo mientras salimos de la habitación y del hospital. Jeren sigue en silencio, adoro lo obediente que es y más aún si hay una hamburguesa en juego. Espero a que Bastian lo asegure en su silla en el coche, luego me subo a mi asiento y me pongo el cinturón. Bastian se sube y arranca el motor.

—Bebita voy a pasarme a por la hamburguesa para Jeren.

Asiento con la cabeza, mientras estemos en silencio no me importa. La doctora me dijo antes que los dolores de cabeza serían normales durante unos días, que intentara descansar mucho y tomarme un calmante que me ha recetado.

Cierro los ojos y apoyo la cabeza en la ventanilla. Bastian acaricia mi muslo suavemente. Siento un poco de congoja, por todo lo que ha pasado desde ayer, aún estoy asustada por el derrumbe del edificio. Vi morir a José delante de mí, nos protegía a mi bebé y a mí, me da mucha tristeza que haya muerto. En una fracción de segundos vi morir a José y el intento de secuestro de esa mujer a mí, por suerte, el cuchillo que había cogido nates de alejarme de Emanuel seguía en mi poder y pude defenderme hasta que Fabiano me sacó de allí. Vi a esa mujer llevarse a Emanuel del edificio derrumbado. Sigue suelto. Me siento muy mal, no sólo físicamente, también mentalmente. Hablé con un psiquiatra antes de que me dieran el alta, me dijo que era normal sentirse así, he pasado por mucho en poco tiempo. Nunca pude llorar la muerte de mi madre, tuve que armarme de valor y cuidar de mis hermanos. Ahora esto de Emanuel o el embarazo, que también me tiene siempre llorando. Sólo necesito llegar a casa y descansar, comer bien y distraerme, pero el dolor de cabeza no me ayuda a sentirme mejor, todo lo contrario, me siento peor, sin ganas de nada.

Abro los ojos al notar el coche detenerse, Bastian se baja sin decir nada, le agradezco que lo haga. Ahora mismo, de verdad que no soporto ningún tipo de sonido. Me molesta hasta mi propia voz.

—Mami, te amo.

Esbozo una sonrisa. Me giro para mirarlo.

—No le digas a papi que he hablado— me dice.

—No diré nada, monito. Yo también te amo.

Su sonrisa cura cualquier pena del alma. Y cuando lo miro me doy cuenta de que tomé la mejor decisión de mi vida, criarlo fue lo mejor que hice.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora