VEINTE

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Bastian

Me meto bajo las mantas con mi mujer y mi hijo, rodeo el cuerpo de los dos con mi brazo. No me va a dar tiempo a dormir, pronto sonará la alarma para que Adriana se despierte y quiero acompañarla para que conozca a los nuevos guardias. Beso la piel de su cuello, ella mueve su brazo y acaricia mi mejilla con sus dedos.

—¿Qué hora es?— pregunta medio dormida.

—Casi son las siete.

Pongo mi mano en su vientre, Adriana pone la suya encima. Estoy como loco por ver esas dos líneas en un test de embarazo.

—Bebita deberíamos hablar de algo.

—Dime.

—Jeren es mi primogénito.

—¿Y qué pasa con eso?

—Será mi sucesor.

Adriana abre los ojos de golpe, me mira con el ceño fruncido.

—¿Tu sucesor?— pregunta.

—Sí, voy a darle mi apellido, quiero que sea mi hijo legalmente y cuando tenga la edad suficiente y yo haya dejado mi puesto como capo él será quien me sustituya.

—¿Capo? ¿Quieres que Jeren sea un asesino cómo tú?

Me levanto de la cama, debería haber escogido otro momento, supongo. Me pongo un pantalón de chándal del vestidor y salgo de la habitación. Nunca he tenido ningún problema con lo que soy ni a lo que me dedico, pero la mirada acusadora de Adriana no me ha gustado, me ha dolido.

Entro en mi despacho y cierro tras de mí, me siento en mi sillón de cuero tras el escritorio. Enciendo mi ordenador, necesito despejar mi mente con trabajo, si sigo con la mirada de Adriana en mi cabeza me voy a volver loco.

Ni siquiera he comenzado a preparar los próximos pedidos cuando alguien llama a mi puerta.

—Bastian, déjame entrar.

—Estoy ocupado, Adriana, saldré antes de que te vayas.

—Por favor, hablemos.

—No es el momento.

—Por favor.

Escucho cómo su voz se rompe, joder, no puedo dejarla ahí fuera suplicando. Me levanto de la silla a regañadientes y me acerco a la puerta para abrirla.

—No quería decir eso, no de la forma en que ha sonado.

—Ha sido tu mirada lo que me ha dolido, Adriana, me estabas acusando. Soy un asesino y un narcotraficante, torturo a la gente que me desobedece o me crea problemas. Sé lo que soy y es para lo que fui criado, Yara lo sabía y aun así decidió casarse y tener hijos conmigo. Y no te estoy comparando con ella, lo que quiero que entiendas es que si quieres tener hijos conmigo uno de ellos tendrá que ser como yo, incluso si no quieres que Jeren lo sea.

Adriana tira de las mangas de la sudadera que lleva puesta, una mía, o por lo menos lo era.

—Quiero estar contigo y tener más hijos contigo— dice— Todo esto es nuevo para mí, perdóname. No quería lastimarte.

La rodeo con mi brazo por debajo de su culo, la meto dentro del despacho y cierro la puerta con seguro. La tumbo de espaldas en el sofá y me pongo sobre ella.

—Enseñaré a nuestros hijos a defenderse, a todos ellos para que nunca corran peligro, pero uno de ellos será el capo, meu amor.

—Lo entiendo.

Ataco su boca con la mía, me deshago de su sudadera, sus pantalones cortos de pijama y sus bragas. Busco entre sus pliegues su clítoris y lo empiezo a frotar.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora