TREINTA Y TRES

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Bastian

No voy a quedarme tranquilo hasta que Niccòlo se haya subido a su avión y se haya marchado de mi territorio.

Me levanto de la cama, son las seis de la mañana, tengo que ir al almacén, Rivaldo ha encontrado a alguien para que ejecute la tortura que Yamila merece, ninguno de mis hombres estaba dispuesto a hacerlo. No los culpo, de hecho, los entiendo. Es por eso que comencé a buscar a alguien que no tuviera escrúpulos, Rivaldo ha encontrado a alguien en las favelas con el perfil que busco, lo llevará al almacén a las ocho, eso es en dos horas. Debo prepararme e irme, hoy me acompañará Mario.

Abro el grifo de la ducha y me quito los pantalones de chándal. Me doy un apretón en la polla, la tengo como una roca. Joder, llevo sin sentir a mi mujer desde que la llevé a la suite. No hemos tenido tiempo para nosotros, entre Jeren durmiendo cada noche en nuestra cama y el estrés de todo lo que ha pasado no hemos podido estar a solas ni una sola hora.

Escucho la puerta del baño abrirse y cerrarse, mi boca se curva por un lado. Miro por encima de mi hombro, mi mujer se desnuda por completo. Me giro y la miro de arriba a abajo, comienzo a acariciarme lentamente, le hago un gesto para que dé un giro sobre sí misma, me acerco y meto mi mano entre sus piernas, ella se agarra a mi brazo y abre sus piernas para mí. Abro los pliegues de su coño con mis dedos, está caliente, quiero sentir su calor. Se le escapa un gemido.

—¿Puedes ponerte de rodillas?— mi voz sale ronca por la excitación.

Adriana se sujeta a mí para ponerse de rodillas en el suelo. Agarra con fuerza mi culo, clavando sus uñas.

—Joder— gruño— Abre la boca, bebita.

Meto mi polla en su boca hasta el fondo, sujeto su cabeza por ambos lados con mis manos, mi cabeza cae hacia atrás por sí sola en cuanto comienzo a mover mis caderas. Me follo su boca sin piedad, aparta una mano de mi culo y agarras mis huevos, los aprieta con suavidad.

—Adriana— gimo— Tócate, meu amor.

Sus gemidos recorren mi longitud.

—Quiero comerte el coño, joder— gruño.

Saco mi polla de su boca, me acaricio rápido.

—Te voy a llenar la cara de semen, bebita, saca la lengua.

Obedece como una buena chica, mi semen sale disparado por toda su cara y su lengua.

—Límpiala— le ordeno.

Envuelve sus labios carnosos en la punta de mi polla.

—Ven aquí.

La levanto del suelo con un poco de brusquedad, la siento en la encimera del lavabo y hundo mi cara entre sus piernas. Ella me sujeta por la nuca, enreda sus dedos en mi pelo. Lamo su clítoris rápido, como le gusta.

—Bas— gime.

Está tan cachonda, sólo en este estado acorta mi nombre.

Sus fluidos recorren mi barbilla.

—Voy a...

Su orgasmo le impide terminar la frase. Le doy un beso en el vientre.

—Buenos días, bebé— susurro contra su piel.

Pego mi frente en él, mi hijo no deja de moverse. Adriana acaricia mi cabeza, oculto mi cara entre sus pechos, han crecido tanto. La escucho bostezar.

—Bebita, ve a dormir.

Le doy un beso en cada pecho, luego la ayudo a bajar del lavabo y a vestirse.

Se ríe suavemente.

—¿Qué?— pregunto.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora