VEINTICINCO

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Bastian

Ocho años he tardado en volver a tenerlo delante de mí.

Recibí el mensaje de José, donde me decía que Adriana había descubierto que Emanuel y Davi eran la misma persona. Me contó todo lo que Adriana les había contado a Fabiano y a él. No lo dudé ni un sólo segundo, Marcelo y yo salimos de casa lo más rápido que pudimos, nos subimos al coche y nos dirigimos a esta escuela. Una escuela en la que están mi mujer y mi hijo. Lo ha drogado, puedo verlo. No sé qué coño ha usado, pero está funcionando.

Emanuel se ríe mientras se apoya en la encimera.

—¿De verdad pensáis que me habéis atrapado?

—Estás rodeado por mis hombres— le respondo— Y no creo que puedas correr muy lejos con lo que sea que te haya dado mi mujer.

—Ella no es tuya.

Levanto las cejas, sorprendido por sus palabras.

—¿No es mía? A mí me parece que sí, es la mujer que me follo cada vez que quiero.

—Cállate— espeta.

—Oh, hermanito. ¿Te has enamorado de mi mujer?— me burlo, acerco mi boca a su oído— Me follo su boca, su culo y su coño cada vez que se me pone dura, y a ella le encanta, sobre todo cuando me corro y la marco.

—¡Cállate!— grita— Es mentira.

—No lo es, hermanito, Adriana es mía. He sido su primer hombre y seré el único.

Intenta golpearme con su puño, pero, naturalmente, falla y cae sobre mí, lo empujo al suelo. Parpadea varias veces para intentar mantenerse despierto. De pronto se ríe.

—Ya me follé a tu primera mujer— murmura— Lo haré también con la segunda.

—La violaste, abusaste de Yara. Ahora estás a mi merced, hijo de puta, ahora vasa a comenzar a pagar por todo lo que nos has hecho a mi familia y a mí, y cuando tenga a tu madre, maldita sea, haré que mis hombres se la follen.

—Bastian— jadea Adriana.

—Lo siento, bebita, pero ella fue quién comenzó con esto, lo sabes.

No tendré misericordia con ninguno de los dos, ellos violaron a personas inocentes, recibirán el mismo trato.

—No tendrás ninguna oportunidad de atraparla— dice.

Intenta reincorporarse.

—Morirás antes de eso.

Saca su móvil y me enseña la pantalla, luego pulsa un botón en ella. El edificio entero tiembla.

—¡Adriana!— grito.

Todo comienza a derrumbarse después de una fuerte explosión. Corro hacia mi mujer, sin embargo, no puedo llegar a ella, los trozos de piedra del techo comienzan a caer, taponándome el paso hacia mi mujer. Alguien tira de mi brazo.

—¡No!— grito— ¡Tengo que ir a por ella!

—¡Moriremos todos!— grita Marcelo.

Me sacan a rastras del edificio.

—¡Adriana!— grito una y otra vez su nombres— Bebita, no, por favor, no.

Caigo de rodillas al suelo, el edificio entero termina derruido, el polvo del derrumbe impide ver nada.

—¡Quiero a un maldito equipo buscando a mi mujer!— ordeno— ¿Dónde están José y Fabiano?

—No han salido, señor— dice uno de los italianos— Estaban con su mujer.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora