SIETE

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Bastian

Podrías haberlo matado.

Las palabras de Adriana se han estado reproduciendo en mi mente una y otra vez desde que las pronunció. No sabía que el niño estaba enfermo, pero ella tiene razón, no debería haber estado fumando al lado de un niño pequeño. Me siento muy mal por ellos, he puesto a ese niño en una situación peligrosa sin querer.

Adriana me mira con desprecio antes de caminar hacia la puerta. Ha dimitido de verdad.

—Espera— le digo— No volverá a ocurrir. Yo no sabía que él...

—¡Eres un adulto! Deberías saber que no se debe fumar delante de menores de edad. Ni siquiera deberías fumar, es malo para ti también y para los que te rodean, incluido Mikel.

Cierro los ojos y suspiro. Ella tiene razón.

—Por favor, Adriana, quédate, necesitas el trabajo.

—Lo que necesito es que mi hijo no muera porque si él muere yo iré detrás.

Mis ojos se encuentran con los ojos llenos de lágrimas de Jeren, acaricio su mejilla con mi pulgar.

—Lo siento— le digo.

Jeren vuelve la cabeza hacia el otro lado. Adriana desaparece de mi vista cuando se marcha. Siento algo en mi pecho, un malestar persistente, me froto con mis nudillos. La mirada acusadora de mi hermana me encuentra, no necesito esto ahora mismo. Ya sé que la he cagado, debería haber tenido más cuidado. Mikel y mi hermana desaparecen en el segundo piso, Marcelo es el único que se queda conmigo, pero tampoco me gusta la mirada que me está echando.

—Tenemos trabajo que hacer— le digo.

Él asiente.

Las siguientes horas no son mucho mejores, a penas me he concentrado en el trabajo. Marcelo me ha tenido que llamar la atención varias veces porque no le hacía caso. Pero es que no puedo dejar de pensar en Jeren y en Adriana, me siento culpable por la crisis del pequeño, sobre todo porque Adriana se ha sentido obligada a dimitir por mi torpeza.

Si Yara estuviera aquí ya me habría regañado por ser tan inconsciente. En realidad, me habría obligado a dejar de fumar porque a estas alturas ya tendríamos hijos. Quizás uno de la edad de Jeren. Ese niño tiene algo que me atrapa, es muy inteligente, he estado un rato con él, jugando con ese viejo coche de policía, mientras su madre estaba en el piso de arriba limpiando. Hacía tiempo que no me sentía tan bien como estando con él. Adriana lo ha educado bien, realmente bien, no ha gritado ni protestado, no lo he visto llorar hasta que se ha puesto tan mal, por mi culpa. Por culpa de mi inconsciencia. Joder. ¿Cómo no he pensado en que no se debería fumar delante de los niños? Tengo que hacer algo para que vuelva, cuidaré de Jeren mientras ella trabaja si es necesario. Incluso contrataré a una niñera para él.

—Bastian.

Tengo que convencerla de que vuelva, ella necesita este trabajo, volverá a robar y a saber con quién se encontrará la próxima vez, podrían hacerle daño.

—Bastian, maldita sea, hazme caso.

Sí, tengo que hacer algo.

Me pongo de pie, Marcelo me mira con el ceño fruncido.

—Vete, yo me encargo, total, tampoco es que me estuvieras escuchando— dice.

—Volveré en un rato.

—Sí, con ella— se burla.

—Vete a la jodida mierda.

Salgo del despacho y de la casa, saco la llave de mi coche del bolsillo de mi pantalón vaquero, mi Maserati Ghibli, una nueva adquisición. El motor ruge cuando subo y lo arranco. Piso el acelerador al máximo, las ruedas derrapan en el asfalto.

EL SANTO #3 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora