CAPÍTULO 37

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Febrero de 2012

Peyton, pueblo ubicado a las afueras de Galveston, Texas.

Mike había estado sentado dentro del auto alquilado durante los últimos veinte minutos mientras contemplaba el camino solitario que era Main Street. No estaba exactamente seguro de por qué no había abierto la puerta y salido todavía. Tal vez fue porque la última vez que estuvo ahí fue hace más de ocho años cuando regreso de su primera gira desde Irak. Desde el funeral de sus padres, nunca había regresado, ni una sola vez.

Aun no sabía la razón por la que había decidido volver. Quizá tuviera que ver con lo que Jin le había dicho cuando se acostaron juntos después de su tierna experiencia. Había sido extremadamente pacífico yacer allí con sus brazos alrededor de ella mientras escuchaba el sonido tranquilo de su respiración. Fue entonces cuando ella dijo algo que se le quedó grabado, incluso cuando su mente había comenzado a quedarse dormida.

- Deberías ir a verlos, Mike.

-¿Ver a quién? – el había preguntado –

-Tus padres... – había sido la respuesta de ella – Deberías ir a verlos, para despedirte y decirles lo que significaron para ti.

Eso lo había tomado desprevenido. Incluso en su estado de cansancio, había sentido que sus ojos se abrían con temor.

-Yo... no lo sé. No he estado en casa en años.

-Tómate un tiempo y piénsalo – ella había insistido – No querrás negarte a un cierre. Tu pasado solo continuará carcomiéndote hasta que lo pongas a descansar. Confía en mí... lo sé.

Mike no había reflexionado sobre esas palabras desde esa noche hasta ahora. Cualesquiera que fueran los demonios que seguían persiguiéndola, Jin le había dado algunos consejos sobre cómo lidiar con su propio dolor y arrepentimiento. Ahora estaba sentado aquí en su ciudad natal y no estaba seguro de querer quedarse.

Las calles no estaban tan concurridas como las recordaba cuando era niño, y dadas las docenas de carteles de "EN VENTA" que había visto en su camino hacia aquí, sospechaba que el pueblo estaba en decadencia. Aun así, aun había otros abiertos, como la florería de la esquina a la que iba a ir.

Mike respiró hondo, se apartó el flequillo de la cara y abrió la puerta del coche. Cuando salió, se abotonó la chamarra que se había puesto sobre su camisa. El clima afuera se estaba poniendo más frío. Caminando por la acera, el viento comenzó a levantarse y las hojas caídas se arremolinaron junto a sus pies. Parecía un recuerdo tan lejano: una época en la que era un niño que caminaba por estas mismas calles con sus padres y su hermano. Podía recordarlos a ambos lados de él tomados de la mano mientras iban a la tienda de la esquina cerca del ayuntamiento para comprar helado todos los domingos después de la iglesia. ¿Cuándo había dejado de amar el beso fresco del otoño y las hojas a sus pies? ¿Fue justo después de que murieran? Suspiró ante la idea. Fue hace tanto tiempo...

Mientras la anciana de la florería se ocupaba de su pedido, Mike regresó al cristal de la ventana y miró hacia la plaza del pueblo. Estaba buscando cualquier cosa para distraer sus pensamientos. Afuera, sin embargo, apenas había signos de actividad. Vio a una persona que caminaba hacia el este por Blackburn Av. y un solo automóvil que pasaba por Main St; pero en su mayor parte, la ciudad parecía casi desierta.

Ocho años... y esto es en lo que se ha convertido.

Había estado tan lleno de vida cuando era más joven. Había festivales de música los viernes por la noche en el césped del ayuntamiento. Fue un momento feliz y sin preocupaciones en su vida. Lástima que nunca nadie le dijo que una sonrisa un día puede volverse del revés en otro; que las cosas malas pueden suceder cuando menos las esperas. Esa felicidad... era solo una ilusión. Cerrando los ojos, dejó escapar un suspiro.

La historia de Sakura y BoatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora