CAPÍTULO 39

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Los primeros meses del año fueron su temporada más lucrativa. Durante Febrero, Jin pasó nueve días en un lujoso crucero llamado "The Rapture". El viaje había sido idea de su cliente, una excusa para celebrar su buena suerte y su reciente atraco encubierto en Miami. Durante nueve días la tierra se balanceó, se inclinó y se hinchó bajo sus pies. El sol era despiadado. Las piscinas (constantemente llenas) burbujeaban con la felicidad desesperada de la multitud, enrojecida y borracha. Durante nueve días el cliente de Jin se ocupó de los casinos mientras ella patrullaba los quince pisos, flotando en medio-medios en busca de un rincón tranquilo. A altas horas de la noche, salió de su lujoso camarote, paralizada por la luna. Se quedó afuera en la cubierta para observar las oscuras ondulaciones del mar y el viento azotando su cabello. El choque de aquellas olas no sirvió de mucho para consolarla.

Su cliente estaba fumando al otro lado de la terraza cuando lo encontró. Richard Salieri. Era un traficante de armas para "La Organización" y una de las fuentes confiables de información de Jin sobre todo el submundo. Cada vez que hablaba, su marcado acento italoamericano de Nueva York la ponía nerviosa.

Él le dio una mirada y dio una larga calada a su cigarrillo.

-Tengo algunas noticias que creo que te gustarían.

-¿Oh sí? Será mejor que seas bueno – dijo Jin –

-Créeme, querrás sentarte para esto.

Dijo que acababa de recibir una llamada que revelaba la ubicación del subdirector ejecutivo de BGP y fugitivo buscado internacionalmente, Abraham Stephens. Desde la disolución de la empresa, el hombre se había retirado a su finca en Camboya fuera de la red, donde ahora se escondía. En uno de sus episodios de lucidez, exigió reunirse con Sean Devlin para pactar un trato de salvoconducto. El rogó. Entonces su mayordomo había llamado a Salieri para transmitirle el mensaje.

-Quería darle la buena noticia al jefe yo mismo – dijo Salieri – Él y Stephens tenían algún tipo de asunto entre manos. Sería una lástima que el tipo hablara demasiado pronto.

Jin estaba intrigada. Según Salieri, Devlin había arruinado a La Organización, habiéndola desangrado financieramente en la búsqueda de Salieri durante el año pasado. Aquí había una oportunidad con la que podía trabajar.

Calculó un posible resultado: atraer a Devlin a la finca y alertar a la Estación Echo, dejándoles manejar el inevitable ataque. Era un riesgo, y asumirlo significaba que tendría que dialogar con Devlin una vez más, esta vez en sus términos.

-Lo haré – dijo Jin con frialdad indiferente – Lo más probable es que él prefiera saberlo de mí de todos modos.

El rostro de Salieri se contrajo divertido.

-¿Y por qué deberías ser tú?

-Porque lo conozco desde hace mucho más tiempo que tú. Y porque se lo debo – ella apoyó los codos en la barandilla de metal para mirarlo, empujando ligeramente las caderas – No te preocupes, tu bonita cabeza no rodara por esto.

Salieri arrojó la colilla de su cigarrillo por encima de la barandilla y arrojó la chispa agonizante al océano. Su bata blanca de cama al viento mientras se acercaba, con los labios curvados en una mueca de desprecio. Jin quería hacerle algo terrible en la cara.

-Tiene sus ganchos profundamente clavados en ti, ¿verdad? Tiene sentido...

Jin imaginó sus palabras como rocas rozando la superficie intacta de un estanque. Había hecho negocios con hombres exponencialmente peores que Salieri cuando era más joven. Estaban por todas partes; algunos de ellos eran funcionarios gubernamentales de alto rango, eran generales y científicos y eran el hombre que te seguía demasiado de cerca por la calle, el hombre que te tapaba la boca para decir en una ráfaga de aire: Tranquila . Aun así, tuvieron su parte de heridas como cualquier otra persona. Jin no necesitó mucho para aprender que la clave estaba en explotar esa herida, algo parecido a encontrar debilidades en un sistema de código. Y si se los jodia o no, no importaba porque al final todos eran la misma criatura triste y desesperada por un poco de amor.

La historia de Sakura y BoatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora