CAPITULO 15

52 7 67
                                    

Nueva York

Octubre de 2007

Algo estaba persiguiendo a Mike. Algo casi humano pero no del todo. Algo enorme y aterrador. Y Mike tenía la sensación de que si fuera lo que fuera lo alcanzaba, no habría escapatoria.

Se agachó por un callejón desierto. Sentía que le ardían las piernas. Sentía que sus pulmones estaban en llamas. Se agarró el costado y trató desesperadamente de recuperar el aliento.

Entonces, la cosa que lo perseguía atravesó una pared de ladrillos como si fuera papel de seda. Un puño del tamaño de la cabeza de Mike alcanzó su cuello...

Un trueno fuerte y retumbante despertó a Michael Shepherd, seguido de un relámpago brillante. Levantó la cabeza de su escritorio y escuchó el sonido de la fuerte lluvia golpeando la ventana de su oficina. Con mano temblorosa, abrió su anfora de Ron y tomó un trago para calmar sus nervios.

La puerta de la oficina exterior se abrió e Ingrid Berman, la casera del edificio, asomó la cabeza para mirar a Michael con expresión crítica por encima del borde de sus gafas.

-Pesadilla – gruñó Mike, tomando otro trago de ron –

-¿Sobre la guerra otra vez? – preguntó Berman –

La única respuesta de Mike fue otro gruñido. Se secó los labios con el dorso de la mano y volvió a cerrar la tapa de la ánfora.

La única luz era la tenue lámpara del escritorio, hasta que Berman encendió una lámpara junto a la puerta, lo que hizo que Michael entrecerrara los ojos mientras sus ojos se adaptaban.

-Tienes un cliente potencial – dijo Berman – Trata de no ahuyentar a este. Necesitas que te paguen para que me pagues a mí.

Mike se peinó hacia atrás su sucio cabello rubio, se apretó la camisa y se amarro los tenis que había dejado a un lado.

-Bueno, ayúdala a entrar...

Berman abrió más la puerta.

-Por aquí por favor.

Una mujer alta y esbelta con un vestido qipao escarlata entro de una forma muy elegante al departamento. Olía a perfume caro y a corazones rotos. Sus pómulos podrían tallar diamantes. Un cigarrillo apagado colgaba de una larga boquilla plateada que sostenía entre sus carnosos labios. Era una mujer que podía hacer que los hombres buenos tomaran malas decisiones, y en opinión de Michael, ella era la mujer más guapa que pudiera haber visto en su vida.

Berman cerró la puerta y la mujer del vestido rojo se sentó en el lado opuesto del escritorio de Michael. Levantó muy lento el velo de su sombrero tipo pastillero, dejando al descubierto unos ojos oscuros, muy abiertos y ardientes dentro de sus bonitos rasgos asiáticos. Mike encendió su encendedor y se inclinó sobre el escritorio para encender el cigarrillo de la mujer.

-¿En qué puedo ayudarla, señorita...?

Ella dio una calada por la boca, exhaló por la nariz, luego se quitó el cigarrillo de los labios.

-Park – dijo ella – Pero puedes llamarme Jin.

-¿En qué puedo ayudarte, Jin?

Sus ojos oscuros lo observaron sin pestañear, mientras le daba otra calada al cigarrillo muy lentamente.

-Busco a Jonathan Feldon – le dijo Jin sin quitar su mirada de el –

-Y aquí me tienes. En carne y hueso – respondió Mike con una sonrisa, tratando de seguir con la mentira –

-Escuche que solías ser policía – Jin finalmente toco el tema. Ella habló con sólo un rastro de acento –

-Así es. Brevemente.

La historia de Sakura y BoatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora