Capítulo 20 • Peligros (II)

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- Si no hubiera conocido a Rose, tampoco habría tenido nada contigo, sádica -le respondió fríamente, reflejando el asco que le profesaba su propia existencia.

Me acerqué a VIX e intenté devolverle la daga. Entonces él se giró hacia mí y cuando se volteó de nuevo, con la daga ya empuñada, Atenea aprovechó ese momento para atacarle sutilmente, con gran agilidad, provocándole un corte debajo del ojo con el cuchillo que le quedaba en su pie derecho.

- ¿Con que sádica, eh? Si yo te hubiera colocado un arnés, tus palabras no hubieran sonado tan frías, más bien lo contrario -respondió insinuándose, mientras se ajustaba las medias de rejilla y limpiaba la sangre de sus afilados tacones.

VIX, preocupado por no haberse visto venir aquel golpe, decidió mantener la calma y pensar de qué forma podíamos salir de allí mejor parados. Se dio cuenta entonces de que estábamos acorralados y de que realmente nos encontrábamos muy debilitados, y él herido de gravedad, por lo que aquel enfrentamiento sólo podía terminar en tablas o con una derrota.

Así pues, en un intento por cambiar el tablero de juego, VIX pidió ayuda a sus pequeños compañeros.

- ¡Baloon! ¡Harvey! Es el momento.

Entonces, Baloon y Harvey, que se encontraban escondidos dentro de uno de los orificios de la casa, rápidamente salieron de allí, sin llegar a ser vistos por Atenea y su subordinado, que se encontraban situados de espaldas al orificio de salida.

Entonces, Baloon se colocó detrás de una de las piernas de Atenea y Harvey detrás de la otra, listos para ejecutar uno de los planes de emergencia de VIX.

Acto seguido, Harvey mordió el tobillo de Atenea, y ésta, quejosa del dolor, levantó la pierna.

En ese mismo instante, Baloon se lanzó contra la otra, clavándole sus púas. De modo que, Atenea no pudo contener más su enfado, volteándose para ver quién había sido.

Vio entonces a Baloon, quien todavía no había podido alejarse de allí, e instantes después, le golpeó fuertemente con el afilado cuchillo que formaba parte de su tacón.

- ¡Bicho asqueroso! -exclamó enfurecida, mientras pateaba al pequeño erizo.

- ¡Baloon! -exclamé aterrada mientras el pequeño mamífero caía desangrado junto a la pared.

VIX no dijo nada, simplemente bajó la cabeza y su mirada para esconder una pequeña lágrima,
mientras, aprovechaba el despiste de Atenea y le confería una estocada en un lugar delicado para ella.

- ¡Serás...! -exclamó Atenea, molesta, mientras dirigía una de sus manos al costado que empezaba a sangrarle.

Viendo que Atenea se debilitaba, teniéndose que sujetar, mareada, en una de las paredes de la casa, empezó a atacarnos sin parar, sin ningún tipo de plan.

Frente a ello, VIX se interpuso, logrando parar todos sus ataques antes de que pudieran llegar a alcanzarme.

Así pues, viendo las circunstancias, estando Atenea interceptada por VIX, decidí escabullirme por el lado en el que no estaba Atenea, dejando atrás a VIX, en dirección al otro de aquellos hombres de traje que sujetaba a mis hermanos, contra quien me lancé, con tal de clavarle en el estómago una de mis afiladas y duras cortezas. Pero interpuso a Blanche y fue ella quien se llevó el golpe.

- ¡No! ¡Blanche! ¡Blanche! -grité de dolor, aterrada por la rápida cantidad de sangre que empezaba a salir de su estómago, hasta que su cuerpo se quedó sin fuerzas para seguir luchando.

Léon se puso a llorar. Intentaba escaparse, atemorizado, pero no podía.

Yo estaba en shock.

- ¡Zev, llévatelos! ¡Vamos! -ordenó Atenea con firmeza, mientras se desangraba rápidamente.

Le lanzó entonces el colgante de mi padre y él lo cogió al vuelo.

- ¡Rose! ¡Aléjate de ahí! -gritó VIX, alterado.

- ¿Qué? -respondí desorientada, sin poder quitar la vista de encima de mis manos, que se encontraban manchadas de sangre.

Entonces, aquel hombre cogió el cuchillo de las manos de Léon y lo lanzó contra mi pie. Éste lo atravesó, dejándome sin movimiento, mientras la savia brotaba de él.

- ¡Argh! -grité de dolor. El cuchillo había traspasado mi dura corteza.

- ¡Ahora, Zev! ¡Marchaos! -exclamó Atenea sin poder moverse tampoco, pues ella y VIX estaban conteniéndose mutuamente.

Se acercó entonces rápidamente, sin soltar a Léon, y ató mis manos. Al terminar, me cogió con fuerza, al igual que a mi hermano, y sacó el frasco de nuevo.

- ¡Bébetelo! -le ordenó a Léon con dureza.

- ¡No, Léon! ¡No lo hagas! -le supliqué impotente.

Léon vaciló, tenía miedo.

- ¡Hazlo! O la mato -le ordenó aquel, fulminante.

Entonces, Léon empezó a beberlo, y poco a poco empezamos a desaparecer.

- ¡Léon! ¡Detente! -grité desesperada.

Empecé a sentirme muy extraña. Había algo dentro de mí que no podía contener. Sentía como si mis sentimientos se desbordaran, como si quisieran salir de mí. Y entonces, perdí el control.

Mis ojos se volvieron blancos y rápidamente, mi pelo se endureció, formando largas raíces que inconscientemente arrojé hacia múltiples direcciones. Instantes después, el hombre de traje apareció muerto en el suelo.

Al notar su muerte, volví en mí. Sin embargo, Léon había desaparecido y yo apenas podía sostenerme en pie. Continuaba desangrándome y cada vez me encontraba más mareada.

- ¡Harvey, ayúdala! ¡Rápido! ¡Llévala con ellos! - ordenó VIX, desesperado, al tiempo en que le lanzaba una oscura baya al pequeño hurón.

Acto seguido, el tamaño de Harvey empezó a incrementarse hasta que alcanzó una medida lo suficientemente grande como para poder llevarme sobre sí. Y de ese modo, siguiendo las instrucciones de VIX, me alzó sobre su lomo y salió lo más rápido que pudo de allí, en dirección a la guarida del bosque, donde una persona aguardaba nuevas instrucciones de VIX.

Fue pues, al final del bosque, en una de sus zonas más profundas, donde oculta por una gran cantidad de árboles, apareció frente a mí una enorme cabaña de madera, construida sobre un árbol de descomunales dimensiones.

En ella, se podía ver luz a través de sus ventanas, las cuales, se encontraban diseminadas entre lo que parecía ser la estancia principal de la casa y las diversas secciones que sobresalían de ésta, ampliando su espacio y configurando así un hogar lleno de armonía, calidez y vitalidad.

Además, la cabaña constaba de dos pisos, uno situado en el interior del tronco y el otro sobre el mismo, donde se asentaba la estancia principal, comunicándose con el piso inferior a través de una alargada escalera a la que se accedía desde una de las puertas de la casa, situada junto al amplio balcón. Bajo del mismo, otra escalera daba acceso a la entrada del piso inferior. Y todo el conjunto permanecía envuelto entre múltiples arbustos y enredaderas, con lo que más que una casa en el árbol, parecía que nos fuéramos a refugiar en el propio árbol que el bosque guardaba en su interior

Cuando llegamos, un niño nos abrió la puerta del piso inferior.

En busca de un pasado mejor (Vol II. Las Fronteras del Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora