Capítulo 10 • Discusiones (II)

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- Vale, pero, todavía no has respondido a mi pregunta sobre cómo sabías que iban a venir a por mí y sobre cómo podías vigilarles -volví así a aquella pregunta aparentemente indescifrable.

- ¿Recuerdas el colgante que viste? Ellos tienen uno parecido, redondeado y con una gema roja en su centro que lo distingue del mío, pero ambos están formados por la misma sustancia. Ésta actúa como si de una fuerza magnética se tratase, de tal forma que, cuando ambos objetos están próximos, mi reloj empieza a moverse hacia la dirección del suyo e imagino que les ocurrirá lo mismo. Esa es la forma en la que podemos encontrarnos, incluso después de atravesar distintas fronteras temporales -explicó él.

- Es decir, ¿se atraen entre sí? -le repetí, con tal de concretar.

- Sólo cuando están muy cerca uno del otro, pero sí -me concretó.

- Igualmente, eso no explica apenas nada -reflexioné con cierta decepción.

- En realidad sí, ya lo verás -apuntó él.

- De eso nada, yo me voy a ir con mi familia. Arregla con esa tal Atenea lo que tengas que arreglar y a mí déjame en paz -añadí harta de todo aquello, sin querer saber nada más ni tener que esperar a saber algo que ni me interesaba ni me incumbía, a mi parecer.

- ¿Y cómo piensas hacerlo? -me preguntó serio, mientras apagaba el fuego.

- Me voy a ir con el perchero -le respondí con rotundidad, mientras elevaba el perchero con el brazo.

- Ah, bueno, si es así... -añadió sarcástico, terminando de apagar el fuego.

- ¡¡No te burles de mí!! -grité ofendida.

Estaba molesta, verdaderamente molesta. Como orgullosa y cabezota que era, no se me dio bien aceptar que se burlara de una incapacidad física que realmente no era capaz de controlar.

- Bueno, se hace tarde, deberíamos entrar a cenar, y así de paso miro a ver cómo tienes las heridas -me dijo calmado, aproximándose a mí.

- ¡¡Déjame!! -le grité disconforme mientras me cogía en brazos dispuesto a llevarme a adentro.

Una vez en mi cuarto, me miró las heridas.

Estaban curadas, a diferencia de las suyas. Él continuaba teniendo su brazo vendado. Lo que me preocupó un poco, pero no dije nada.

Después me dejó en la cama de mi cuarto, junto al pijama que, sobre ésta, se encontraba plegado. Era lo único que permanecía ordenado de toda la habitación. Los cajones de la mesita estaban abiertos, con los objetos desparramados por el suelo, el armario empotrado con todos los cajones abiertos, colgando de ellos algunas camisas, faldas y vaqueros... ¡Hasta la cama estaba movida del sitio!

- Te has pegado una buena fiesta -le dije, escondiendo una sonrisilla traviesa al ver el desorden que había causado en lo que en ese momento era mi cuarto.

- Me habías asustado -musitó él, tratando de permanecer impasible, pero claramente molesto por todos los problemas que le había causado.

- Ni que me quisieran secuestrar -le respondí irónica, todavía asimilando lo que parecía ser mi nueva realidad.

- Venga Ro, déjate de bromas y acuéstate. Hablaremos más mañana -me respondió con una pequeña sonrisa.

Poco después empecé a cambiarme.

- ¿¿Pero qué haces?? -gritó alarmado, cogido por sorpresa.

- Poniéndome el pijama -indiqué con naturalidad, mientras le miraba y empezaba a colocarme los pantalones del pijama.

En busca de un pasado mejor (Vol II. Las Fronteras del Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora