Capítulo 26 • Memorias (II)

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Así pues, junto a un fibroso cuerpo y un aspecto fuerte y varonil, llevando el pecho al descubierto, decorado con diversos collares aborígenes, Sirhan logró infundir un gran respeto en la mayoría de guardias, que acabaron decidiendo escucharle.

Continuaba llevando también una pequeña barba negra, del mismo color de su pelo, que se destacaba entre las varias motas de sabia dorada que adornaban sus pómulos.

Quizá, aquel aspecto más tribal hacia el que siempre se había acercado, pero en el que nunca había terminado de sentirse cómodo, era ahora una seña de identidad que le recordaba a sus raíces. Sobre todo, después de conocer el pasado de su madre, la princesa proscrita de Liberia.

Al fin y al cabo, Sirhan siempre había admirado a Sura, quien logró esconderlo de Aaron y sus experimentos en aquella pequeña casita de piedra escondida junto al puente de Eskdale. Fue en ella también donde le crio desde sus dos años hasta el día en el que Rose contactó con él, a sus dieciocho.
Pues, Sirhan había sido el otro superviviente de las ratas de laboratorio de Átomus, el número 012. Pero hasta el reencuentro con su madre, doce años después de su partida, Sirhan no pudo llegar a conocer la historia de sus antepasados.

- Buscamos a Nathaniel y a los miméticos. Sabemos que están dentro -añadió molesto uno de los guardias.

- Dentro de la casa hay algunos amigos que han venido de visita, pero ninguno de ellos se llama Nathaniel. Estábamos tomando algo, ¿queréis acompañarnos? -dijo Sirhan amablemente.

- ¡Señor! Dice que hay más civiles dentro -añadió una joven que parecía nueva en las fuerzas de seguridad.

- ¡No podemos dispararles sin antes comprobarlo! -continuó.

- Tenemos órdenes directas de capturar a Nathaniel Brown cueste lo que cueste -le advirtió a Sirhan uno de los guardias.

- Si es cierto que hay civiles allí dentro, tenéis cinco minutos para salir todos o hacer que salga esta persona -le indicó con firmeza mientras se acercaba a él para mostrarle una fotografía de Nathan, de cuando se dejaba llamar por su nombre.

- Se parece a mí, pero más viejo y menos negro -comentó Sirhan, mofándose un poco mientras observaba la foto de VIX de joven.

- ¿Puede ser que este hombre sea uno de tus amigos y que os haya dado un nombre falso? -preguntó aquel guardia que parecía dirigir al grupo.

Por el momento habían pasado unos ocho o nueve minutos. Sirhan estaba logrando entretenerles e incluso hacerles dudar sobre lo que creían saber y lo que les indicaba el colgante. Mientras tanto, todos los demás seguían pensando en una solución. Gérard, sentado sobre una de las sillas de madera pegaba varias caladas a uno de sus cigarros, pensando en una solución que pudiera aplicarse de manera técnica.

Sura, por su parte, estaba escondiendo a Asha en el único árbol que había en la casa.

Era un árbol que dividía una de las paredes en dos partes, en cuyo centro se abría una de las cuatro ventanas que contenía cada uno de los cuatro extremos de aquella diminuta y redondeada casita de piedra. De tal forma que, cuando Asha empezó a acurrucarse sobre el árbol, ésta empezó a mimetizarse con él, quedando totalmente camuflada.

- Una vez haya pasado el tiempo, empezaremos a disparar -le advirtió aquel agente.

- Entendido, les diré que salgan. Sólo son mi madre, su nieto y dos amigos. Ya verán como todo esto no ha sido más que un malentendido -les comentó Sirhan tranquilamente mientras regresaba a la entrada de la casa.

- Recuerde que contáis tan sólo con cinco minutos más. No dudaremos en disparar, incluso si hay mujeres mayores o niños -le advirtió él.

- Tenemos una orden de busca y captura que nos permite disparar si es necesario a todo aquel que ayude a Nathaniel, en el caso de oponer resistencia a entregarnos a los nietos secuestrados del gobernador -se justificó así el agente que parecía comandar el escuadrón.

En busca de un pasado mejor (Vol II. Las Fronteras del Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora