Capítulo 23 • Temores (I)

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- Nathan... -pronuncié su nombre buscando una mirada de complicidad, mientras tratábamos de arrastrarle hasta el sofá.

Tenía miedo. Mucho miedo. Desde la puerta, mientras le arrastrábamos, la herida de la pierna de VIX empezó a dejar un rastro de sangre.

Una vez llegamos al sofá, lo más complicado fue subirle, sobre todo porque Jawara estaba allí, inmóvil, recién despertado y sin comprender realmente qué estaba pasando.

Pronto, al darse cuenta de que era VIX y de que no le había dicho nada, como solía hacer a diario, empezó a llorar.

- Nathan, ¿qué hacemos? -pregunté aterrada.

- Yo me quedo cuidando de él. Tú llévate a Jawara a su cuarto y tráeme la caja con el hilo y las agujas que guardo en el último cajón de la cocina, ¡rápido! -sostuvo con firmeza.

- Está bien, ¡no dejes que pierda más sangre! -le pedí con dureza.

Antes de irme lo tumbamos y elevamos sus piernas. Después, Nathan se quedó presionando la herida, tratando de detener la hemorragia que tenía en su hombro, próxima al pecho.

Yo hice exactamente lo que me pidió. Estando en un espacio realmente desconocido, no tuve más opción que seguir las instrucciones de Nathan si quería salvar a VIX, por mucho que odiara perder el control de la situación. Dejé pues a Jawara en su cuna, en donde continuó llorando, pero sin ser partícipe de aquella estresante situación.

Por otro lado, mientras buscaba la caja pensé también que si iba a coserle las heridas necesitaría alcohol, agua oxigenada, precinto y vendas, así que le pregunté a Nathan si tenía.

- ¿Alcohol? ¿Vendas? -pregunté nerviosa, volteándome hacia él para comprobar que VIX seguía con vida.

- Están en la estantería más cercana -respondió calmado.

- ¿Tienes precinto? -pregunté dudosa.

- ¡Sí! En el último cajón de la cocina -explicó con urgencia.

Nathan intentaba mantener la compostura, probablemente para intentar calmarme. Sin embargo, pude notar su nerviosismo en la forma en la que tapaba la herida del hombro de VIX, moviéndola de un lado a otro, intentando que la sangre dejara de salir.

Poco después, al ver que no estaba funcionando, pasó a presionarle con su camiseta, que se quitó al instante. Ésta, empezó a absorber la sangre a gran velocidad, pero el sangrado se redujo.

Por mi parte, no tardé ni un segundo en coger las cosas y llevárselas a Nathan. Una vez allí, mi fijé en VIX, estaba inconsciente, con el rostro oscurecido por la suciedad y la sangre, con el pelo pringoso y pequeñas heridas en diferentes partes. Me compadecí por un segundo, pero no tuve tiempo para más. Antes había que salvarle y tenía que ser valiente.

Así pues, disponiendo ya de todo el material, le quitamos la ropa y empezamos a coser sendas heridas.

Sin anestesia ni nada que pudiera reducir su sensibilidad, empezamos a introducir la aguja en su carne, en un intento desesperado por salvarle. Fue entonces cuando, ante el intenso dolor que debía suponer aquello, se despertó entre gritos.

- ¡Me cago en...! -clamó hosco, verdaderamente cabreado.

Entonces, abrió los ojos y nuestras miradas volvieron a cruzarse. Poco después, muy débil, intentó levantarse, pero Nathan le paró y le recolocó de nuevo sobre el sofá, dejando su pecho elevado, recostado sobre uno de los almohadones.

Tumbado de nuevo, empezó a toser sangre debido al esfuerzo. Parecía una hemorragia interna.

- ¡VIX! -exclamé alterada, con el estómago descompuesto.

En busca de un pasado mejor (Vol II. Las Fronteras del Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora