Capítulo 31 • Huídas (I)

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- Eres un mimético acuático, ¿cierto? Aaron y yo pensábamos que King era el único -le interrumpió Sura mientras cogía a Jawara y lo colocaba de nuevo en la mochila de Nathan.

- ¡Papi! ¡Papi! -exclamó Jawara entre sollozos.

- Papá ahora no puede cielo, te vienes con tu abuela -le dijo a Jawara, haciéndole carantoñas con la cara.

- Entonces es cierto... -reflexionó Nathan mucho más serio.

Sura ayudó a Nathan a levantarse. Le cogió desde la espalda e hizo toda la fuerza que pudo para ayudarle, dado que no tenía brazos con los que incorporarse. Acto seguido, Nathan logró mantenerse en pie y retomaron el camino.

Fue durante aquel escueto trayecto donde Sura le contó a Nathan todo lo que sabía de King.

- ¿Y Sirhan y Gérard? -preguntó Nathan intrigado justo enfrente de la salida.

- Sirhan casi no podía moverse, así que Gérard le ha acompañado hasta casa. No obstante, de no ser por el ingenio de Gérard y la valentía de Sirhan no hubiéramos podido salir de allí -le indicó con cariño.

- Bien, sabía que se las apañarían -respondió mucho más tranquilo, pero tosco.

- No deberían de estar lejos de Asha. Lo que no sé es cómo vamos a poder llegar nosotros hasta el portal... -manifestó apenada- El incendio nos ha cortado el paso por el camino de piedras y el bosque está lleno de árboles ardiendo... -reflexionó preocupada.

- Sí, no parece que tengamos muchas opciones. Pero siempre hay una opción -le respondió con determinación, con esa positividad que tanto le caracterizaba.

Llegaron así a la vera del río. Y allí, Nathan pudo recuperar sus fuerzas al beber del agua del río. De este modo, inmerso en un insufrible dolor, poco a poco fue recobrando su complexión física, hasta que sus brazos se reintegraron por completo.

- Con que así es como funciona... -sopesó la anciana.

- Hay algo más que quiero comprobar -añadió Nathan.

- El portal se encontraba bajo la catarata, ¿cierto? -le preguntó ceñudo.

- Sí, pero no podemos bajar por ahí, ¡Moriríamos! -le advirtió Sura, alterada.

- Quizá sí podamos -cuestionó Nathan mientras se agachaba para tocar el río.

Y así, mientras rozaba su mano con las desenfrenadas aguas del río Esk, Nathan cerró los ojos, cogió aire y se abstuvo de todo a su alrededor.
Poco después, la zona del río más próxima a su mano empezó a congelarse. Entonces, Nathan retiró su mano con rapidez y el río volvió a la normalidad.

- Parece que sí que vamos a poder bajar -aseveró Nathan, con confianza, mientras se levantaba e indicaba que el lugar por el que bajarían sería la boca de la catarata.

Pero una mujer no estaba tan de acuerdo.

- ¡¡Ni se os ocurra dar un paso más!! ¡¡Estáis detenidos!! -exclamó justo después una potente voz femenina, antes de que Sura pudiera llegar a quejarse del plan de Nathan.

King, cansado y abrasado por el fuego, sin tiempo para curarse, se recompuso y salió de entre las llamas, retomando su objetivo inicial. Tenía que elegir entre salvar el bosque o perseguirles, porque ambos objetivos no serían compatibles al mismo tiempo.

Encontrándose pues en tal coyuntura, decidió guardar las fuerzas que le quedaban para salvar Eskdale, abandonando así ese enfrentamiento con Nathan que tanto ansiaba, dejándoselo en su lugar al escuadrón de Atenea, con quien contactó nada más salir de la zona a la que Jawara le había lanzado.

De este modo, King se retiró de la batalla y de la persecución, en busca de agua con la que apagar el bosque. Se valió para ello de sus habilidades miméticas. Apareciendo junto al río con su cuerpo visible de nuevo, con lo que Nathan pudo ver cómo una buena parte de su rostro y el brazo izquierdo se habían carbonizado.

Así, King y Nathan cruzaron sus últimas miradas, sin atacarse. Sus objetivos les llevaban a tomar caminos distintos, en los que no necesitarían enfrentarse por el momento. Y así, King hizo uso de sus habilidades, demostrando un buen control de las mismas al poder levantar el agua del río por telequinesis y lograr lanzarla contra el bosque.

Nathan, por su parte, después de aquel instante en el que quedó paralizado al reconocer la voz de Atenea, volvió rápidamente en sí. Y de este modo, aunque agitado, trató de salir de allí lo antes posible.

Le exigió a Sura que subiera rápidamente a su espalda. Quería bajar por la catarata sosteniéndoles sobre su espalda. Pero Sura creía que era una idea nefasta y que la única forma de que la mayoría saliera de allí con vida era sacrificándose. Pues, en su opinión, así no se arriesgaban a que Nathan cargase con un cuerpo tan pesado como pudiera ser el de cualquier adulto, de tal forma que no se precipitase de ningún modo por el abismo que formaba la catarata.

Mientras tanto, las tropas de Atenea se acercaron corriendo y empezaron a disparar con sus pistolas de luz.

- ¡Sura, vamos! ¡Confía en mí! -le gritó Nathan enormemente preocupado mientras se acercaba al borde de la catarata.

- Nathan, mi camino acaba aquí -le respondió con cierta tristeza en su voz, pero decidida, mientras se acercaba a Nathan para devolverle la mochila con la que cargaba a Jawara y a sus dos criaturillas.

- Sura, por favor... -Nathan le suplicó en voz baja, ya con Jawara a su espalda, mientras intentaba concentrarse en el agua de la catarata que estaba tocando.

Atenea y sus soldados estaban cada vez más cerca. Tanto que una de las balas de luz golpeó el suelo próximo a Sura, creando un enorme agujero que les separó por un momento.

- Sabes qué necesitas para abrir el portal, ¿cierto? -le preguntó a Nathan. Sura quería asegurarse de que cruzarían la frontera temporal a salvo.

- Verter el oro líquido sobre el pequeño lago en el que culminan las cataratas -le respondió así, con una tímida voz, mientras empezaba a adentrarse en la catarata.

- Lo tienes, chico -afirmó Sura, con determinación, mostrando lo orgullosa que estaba de él mientras se colocaba en el centro del camino, preparada para enfrentarse al escuadrón de Atenea.

Nathan atravesó entonces el borde de la catarata con sus manos y conforme las introdujo el agua se fue congelando, fijándo así sus manos en ella, sin que el agua pudiera moverlas. Hizo lo mismo con sus pies. Los colocó seguidamente en la catarata de la que se había dejado colgado una vez sus manos quedaron sujetas a ella. Entonces, impulsándose con fuerza, logró atravesar también el agua con sus pies, congelándolos del mismo modo en el agua que los rodeaba.

Jawara, al sentir tanto zarandeo, empezó a reírse emocionado.

Justo después, y estando ya en medio del camino, Sura colocó su bastón de madera frente a ella, con sus dos manos unidas sobre su extremo superior. Y a continuación cerró sus ojos y empezó a entrar en una especie de trance.

- Cuida de mi nieto -le indicó concienzuda, a modo de despedida.

- Dalo por hecho -le respondió Nathan con gran seguridad en sí mismo, aceptando también que aquellas serían las últimas palabras que intercambiaría con Sura.

Entonces, Nathan empezó a bajar por la catarata, como si de un montañoso acantilado al que hubiera escalado se tratase. Solo que en lugar de sostenerse sobre un terroso terreno éste estaba formado por unas violentas aguas.

En busca de un pasado mejor (Vol II. Las Fronteras del Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora