Capítulo 13 • Aprendizajes (I)

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Tercera realidad · Hechos del 2047 narrados desde el 2074 · 7 de Septiembre · Desde Francia, sobre Canadá ·

Tras varias semanas de tropezones y levantamientos, mis piernas comenzaron a funcionar. Ya no me hacía falta sostenerme con el perchero o de pared en pared como en los primeros días en los que iniciamos el tratamiento. No obstante, habían sido unas semanas duras, pues, el carácter tosco de VIX y sus incógnitas, no parecían compatibles con mi curiosidad innata y mi fuerte carácter, que derivaron en muchos encontronazos, gritos y llantos, entremezclados con mis múltiples caídas que, sobre todo durante los primeros días, se repitieron más de lo que hubiera deseado.

Aunque, también fueron días de entrañables recuerdos. Como cuando decidí cortarle el pelo a VIX y rasurarle la barba o cuando le gané al viejo ajedrez que escondía uno de los muebles de la casa.

Así pues, estando prácticamente recuperada, aquella tarde decidí salir un rato a pasear, pues el campo que bordeaba la casa se había llenado de otoñales hojas que quería observar de cerca. De tal modo, una vez fuera, el sol irradió en mí una gran sonrisa, que compartí con VIX, quien había decidido acompañarme.

Ambos estábamos muy felices. No parecía que estuviéramos en peligro. Él, alejado de la montaña de hojas en la que me encontraba jugando con los pequeños animalillos, nos miraba con cariño y hacía algún comentario sarcástico. Parecía que se divertía también, pese a esa coraza suya que era casi tan grande como su pecho.

Sin embargo, pronto, mientras jugueteaba con algunas de las hojas, imágenes distorsionadas de personas gritando vinieron a mi mente.

Rápidamente tapé mis oídos y me tiré al suelo, arrodillándome sobre éste, con tal de borrar aquello de mi mente.

- ¡¡Rose!! ¿¿Qué te pasa?? -exclamó VIX, muy alterado, mientras corría rápidamente hacia mí.

- Tranquilo, no es nada -intenté tranquilizarle mientras volvía a ponerme en pie.

- ¿Segura? -insistió preocupado.

- Pues... -murmuré.

Me sinceré al final, tratando de no sentirme culpable por haberle ocultado todo lo que había descubierto el día que me dejó sola en aquel solitario salón.

- ¿Qué ocurre? -me preguntó comprensivo, aproximando su barbudo rostro hasta mí.

- VIX, tengo que confesarte algo -le comuniqué muy seriamente, mirándole fijamente a los ojos, con arrepentimiento, con preocupación.

- Dime -añadió sosegado, dispuesto a escuchar con plena atención.

Situados cara a cara, me dispuse a iniciar mi historia.

- Hace días encontré unas fotografías antiguas escondidas en un libro del salón y con ellas, algunos recuerdos vinieron a mi mente... En ellos aparecíamos mi familia y yo, viviendo en esta casa, tal como decías... -le expliqué.

- ¿Sí? -preguntó sorprendido, con una gran emoción en su mirada.

- Pero no sólo eso, VIX -puntualicé asustada. No sólo recordé cosas bonitas. Conforme avanzaba, las fotografías se iban volviendo más y más turbias. Aparecían órganos y algunos niños atados a camillas de fuerza. Eran unas camillas extrañas, estaban hechas de piedra.

- Entiendo -añadió mientras se sentaba a mi lado, dejando que me sentara sobre sus piernas.

- Pero fue una fotografía en la que aparecía mi padre vestido con una bata blanca junto a otros científicos, la que me hizo recordar la existencia de un laboratorio en el bosque de Quebec, en donde creo haber estado mucho tiempo encerrada, siendo examinada por ellos -le confesé aterrada.

En busca de un pasado mejor (Vol II. Las Fronteras del Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora