Cap 8: Minina con rayas de tigre.

62 6 5
                                    

(Marian)

Maldigo la luz diurna, maldigo a la persona que está hablando en algún lugar del hotel, maldigo a los pájaros, me maldigo por haber bebido como si el alcohol de todo el mundo se fuese a evaporar ¡Juro y perjuro que jamás volveré a embriagarme! Claro pero ni yo misma me creo esa mentira; apenas y puedo abrir los ojos, caigo en cuenta de que estoy totalmente sola en mi habitación, me revuelvo sobre el futon, quiero quedarme aquí todo el santo día, solo me levantaría para ir a las fabulosas aguas termales de preferencia sin ningún hombre de cabellos violáceos que fracture mi paz, pero la puerta pronto se abre, es una radiante Angie que sonríe más de lo necesario.

—¿Aun sigues tumbada? —me enfurruño y termino hecha bolita, pero pronto siento que me zarandean levemente —Es hora de desayunar, iremos a un templo, seguramente será hermoso.

—Me duele mucho la cabeza, no quiero ir —me quejo como una niña pequeña ya que es un truco infalible.

—Bien, entonces me quedare contigo y hablaremos sobre Kuina-sensei y sus clases de cómo coger los palillos —frunzo el ceño y maldigo su memoria de elefante, tarde o temprano terminare contándole pero ahora no estoy de humor.

—Estaré lista en 10  —me da un golpecito porque quiere saber todo con lujo de detalles —Luego te contare sobre eso, pero adelanto que no ha pasado nada de lo que piensas —sonríe ampliamente y puedo jurar que un aura dorada peligrosamente brillante la está rodeando —Has tenido una maravillosa noche ¿No? —hace una mueca que no disimula para nada su felicidad y decide retirarse dejándome sumida en una tranquilidad que no deseo abandonar.

Apenas y toco el desayuno, solo quiero beber zumo de frutas helado, la cabeza está a punto de estallarme y todos ¡Todos! Están con un alboroto, Subaru contando chistes malos mientras Angie lo aplaude, ruedo los ojos y sigo picando mi comida. Por suerte no nos tocara bajar y subir esas horribles escaleras, solo tomamos un sendero bastante frondoso así que el sol no será mi enemigo hoy; me hago la rezagada quedándome bastante atrás, no es como si los odio, la verdad hoy si los odio porque la resaca es horrible y odio todo; llevo la mirada fija en el suelo pero cuando me atrevo a levantarla solo la situó en la espalda de Kuina, trae una playera negra bastante holgada tal vez para ocultar su delgadez aunque sería mejor que no la llevara y así yo podría detallar con toda calma esa obra de arte estampada en su piel, mis manos hormiguean porque desearía pasear mis dedos por cada línea trazada, como si fuera consciente de mi acosadora atención el susodicho se atreve a detenerse y prestarme un poco de atención.

—¿Todo bien?

—Sí, de maravilla —me detengo también, quiero seguir distante al grupo y en especial de él, pero no se atreve a moverse.

—Mantente más cerca.

—¡Dije que estoy bien! —una amplia sonrisa se dibuja en sus labios dejando ver las dos blancas hileras de dientes, no tengo idea de que le hace tanta gracia así que le hago señas para que continúe caminando.

—¿Me tienes miedo? —abro mi boca levemente en un gesto de sorpresa, realmente se está pasando de la raya.

—¿Por qué debería tenerte miedo? ¿Acaso eres idiota? —acorto la distancia y al final termino por caminar junto a él, de vez en cuando me atrevo a mirarlo por el rabillo del ojo, sin embargo debo alzar un poco el rostro gracias a la diferencia de estaturas, casi se cubre toda la cara con el gorro negro que suele llevar, seguramente se siente inseguro ya que no trae una pizca de maquillaje.

—¿Por qué tan arisca conmigo? —su pregunta me deja un poco helada.

—De seguro no tienes buenas intensiones y yo no puedo andar perdiendo el tiempo con chicos como tú.

Estrella oxidada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora