Con una identidad magullada y un pasado doloroso, Deneb tendrá que embarcarse en la mayor aventura de su historia para descubrir cuál es su propósito en la vida.
Y cuando se tope con 305, la banda que revoluciona a toda la ciudad de Sídney, sus prob...
Enzo y yo pasamos horas hablando en aquel rincón de la librería.
Jamás había perdido la noción del tiempo con alguien hasta aquella tarde.
Debería haber sabido que aquello no significaba nada bueno. Porque era el primer símbolo de que me derrumbaría fácilmente, de que mi personalidad de guerrera no iba a poder sostener mis propias barreras ante su curiosidad y su ahínco de poder entrar en mi vida.
Pero simplemente llegó, se leyó mi libro favorito en cuestión de tres días y hablar con él se había vuelto fácil e inevitable. Al igual que el no sonreír cada vez que aparecía por las puertas de la librería, sabiendo que venía para que le diese otras recomendaciones.
—¿Qué? —me preguntó Koen a gritos desde el interior de su habitación.
—Que si me has escuchado —le repetí desde fuera.
El pelinegro hizo una mueca dejándome claro que no había comprendido en absoluto lo que le había dicho. Tenía unos auriculares enormes en las orejas conectados a su teléfono y había estado tocando en la batería a pequeña escala que tenía en su habitación durante horas.
Hoy habíamos repartido los turnos entre la mañana y la tarde, pero debido a un imprevisto en la asociación tenía que marcharme de la librería antes de tiempo.
Mi madre me había dicho que todo estaba en orden, con lo que no contábamos era con que una de las chicas de la recepción descuadraría el horario de veinticinco trabajadores.
—¿Me estabas hablando? —me preguntó haciendo una mueca con los labios mientras se apartaba una orejera de la cara.
—Te he dicho que tengo que irme, siento no poder dejarte ensayar más tiempo.
—No pasa nada, hasta mañana no tenemos ensayo general. Enzo dice que le han contactado pidiéndole tocar en Prince, pagan de puta madre, así que, sin quererlo ni beberlo, tocamos el viernes por la noche.
Se levantó de su asiento para dejar las baquetas en la mesa y venir a mi encuentro, listo para cambiarme el turno.
—Joder, pues qué bien.
—Deberías venir.
—Ya veremos. No quiero molestar, estáis trabajando y al final vais a estar pendientes de mí como el otro día y...
—Nunca vas a molestar —me dijo quedando frente a mí—. Niamey siempre viene y tú eres una más de la familia, así que deja de decir tonterías. Hemos pensado en tomarnos algo todos juntos después de eso ya que Peter viene el sábado a la librería.
—Con más razón alguien tiene que quedarse a ser responsable.
—Pero...
—Koen, es tu trabajo y es lo que te gusta. No me importa, de verdad. Además, estas dos semanas han sido de locos, me vendrá bien descansar. —Fue a decir algo más, pero le interrumpí—. De verdad, me tengo que ir, pero intentaré estar aquí para cenar. ¡Hasta luego!
Escuché su suspiro desde la escalera.
—Hasta luego, Dé.
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