34 | Bailes e inseguridades

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34| Bailes e inseguridades

Enzo:

Habían pasado dos semanas en las que mi vida había dado un giro radical.

Dos semanas desde aquella conversación en mi coche, en la que Deneb por fin había decidido abrirme su corazón y darnos una oportunidad, a pesar de que no hubiésemos definido lo nuestro bajo una etiqueta concreta.

Dos semanas desde que Nicola había aparecido revolucionando nuestro piso, al borde del colapso.

Y dos semanas en las que había intentado hablar con Koen sobre lo que había entre Deneb y yo sin éxito ninguno.

La chica con nombre de estrella no había hecho más que afirmar que entre ella y el pelinegro todo estaba en orden y yo había decidido creerla. Pero mi instinto me gritaba lo contrario cada vez que me acercaba a mi compañero de banda y al final siempre terminaba diciéndole otra cosa.

Deneb se había ofrecido a hablar con el pelinegro, pero quería hacerlo yo. Ella ya había tenido que enfrentar muchas cosas y una parte de mí sentía que se lo debía tanto a ella como a Koen.

Durante el tiempo que había pasado con Deneb esta semana había sido una persona completamente diferente. Nuestras citas —como ahora podíamos llamarlas— se habían basado en risas a altas horas de la noche, en besos y confesiones repletas de «te quiero» a escondidas. Nunca me había sentido tan vivo y pleno en la vida, aunque ambos habíamos estado de acuerdo en que debíamos contárselo a los demás pronto, si no queríamos que alguien terminara enterándose y pudiera generar cierta incomodidad en la banda.

Estos últimos días, mi estrellita había estado más distante. No por nada en específico, sino porque ella y Koen iban a contrarreloj para practicar y perfeccionar la coreografía que, en breves, inauguraría la fiesta esta noche y en la que bailarían frente a todos.

Me sorprendí al ver a Nia en la entrada. Según me había contado Deneb, entre ellas la situación estaba turbia, no por que hubiesen discutido, sino porque Deneb no sabía cómo acercarse a ella después de que Koen le contase lo que había pasado entre ellos. Sin embargo, la chica con nombre de estrella la había invitado y, por lo visto, esta había aceptado la propuesta.

—Hola, Nia —dije a modo de saludo y sus ojos se iluminaron al verme.

—¿Qué hay, Enz? —respondió antes de abrazarme. Llevaba un vestido morado que resaltaba sus ojos y una máscara de tela en las manos—. Estás muy guapo, hace tiempo que no te veo vestido de traje.

—Bueno, es incómodo, pero estoy haciendo un esfuerzo por Deneb.

Sonrió y asintió.

—¿Dónde está Nic?

—Lo he dejado en con Sam. Tenían cosas de las que hablar antes de venir —contesté mirando mi reloj—. Ya deben de estar al llegar, de todas formas.

—¡Hey! —exclamó una voz demasiado conocida a nuestra espalda.

Me giré sorprendido para ver a la chica que me había robado el corazón corriendo hacia nosotros. Llevaba un vestido negro de satén que enmarcaba sus curvas de una manera que podría hacerme babear en aquellos momentos, y el carmín rojo de sus labios contrastando con las sombras de sus ojos iba a hacerme perder la cabeza. Los tacones negros que llevaba iban a terminar que me diera un infarto al verla correr de aquella manera en la que podría terminar cayéndose y su cabello estaba tan revuelto que a penas le permitía la visión.

—¿Deneb? Pensé que estarías preparándote para bailar —le dije y pude ver la forma en la que ella se contenía antes de besarme frente a la fotógrafa. Por el contrario, se apoyó en mi brazo para quitarse los tacones y cogerlos con sus manos.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora