41 | Los verdaderos desperfectos del amor

120 8 93
                                    

41| Los verdaderos desperfectos del amor

Enzo:

Un mes después

Jamás en mi vida había apreciado tanto un aeropuerto.

Es cierto que, por mis circunstancias y problemas familiares, nunca habíamos tenido suficiente dinero en casa como para viajar fuera del país más de una sola vez, y eso cuando mi madre todavía no había caído en las tentaciones de mi padre. Cuando todavía no se había rendido.

Pero lo cierto era que, incluso en ese viaje exprés que hicimos, el aeropuerto no había sido plato de buen gusto para mí y probablemente se había convertido en uno de los sitios que más detestaba desde ese día y desde la partida de Pandora por todo lo que había significado para nosotros: la muerte de nuestra relación.

Me disgustaba el ambiente: miles de personas yendo y viniendo, ruido, maletas y vuelos perdidos, despedidas y llantos; sollozos que te destruían el alma a ti, que los veías desde la distancia.

Los aeropuertos eran lugares de cambio de una vida por otra, a veces el cambio era momentáneo, a veces para toda la vida.

Esta vez, sin embargo, me sentía feliz de estar aquí.

Feliz y un poco nervioso.

Era impresionante lo mucho que te cambiaba la vida en un mes. Después de la noticia del fallecimiento de mi madre había quedado en un estado de shock tan grande que por un momento me había olvidado de un gesto tan involuntario como era respirar.

No había estado preparado para escuchar esa noticia, pero para lo que no había estado verdaderamente preparado era para asimilar que mi padre no había estado dispuesto a decírmelo. Había estado esperando una llamada suya, pero parecía que sus verdaderas intenciones eran seguir quedándose con mi dinero hasta que me diera cuenta de ello o me cansase de ayudar a una familia que había sido una auténtica condena para mí desde que nací.

Aquella noticia del fallecimiento de mi madre, sin embargo, había retrasado las cosas.

Yo no iba a permitir que mi padre la enterrase de cualquier manera y había mucho de lo que hacerse cargo, como el testamento, con el que nos sorprendió a ambos porque decidió otorgarme todas sus pertenencias a mí y no a mi progenitor.

Este mes había sido complicado. Entre esquelas, ataúdes y notarios, 305 había tenido que hacerse cargo de sus nuevas responsabilidades como miembro oficial de una de las discográficas más importantes del continente.

Habíamos decidido firmar el contrato el mismo día del fallecimiento de mi madre y de la rueda de prensa que Pandora nos había ofrecido a modo de disculpa antes de desaparecer de la vida pública por completo.

Koen y Nicola pidieron exceder el tiempo de entrega de contrato unos días más como respeto a mis circunstancias personales y la empresa había aceptado ofreciéndome sus condolencias. Condolencias que no necesitaba, puesto que mi familia disfuncional había dejado de formar parte de mi vida cuando cumplí los diecisiete.

Al principio, eso fue lo que les dije a mis compañeros de banda. Sin embargo, luego me encontré a mí mismo agradeciéndoselo con el alma, porque puede que mi familia hubiese muerto a mis diecisiete años, pero la mujer que acababa de morir había sido una víctima más de violencia psicológica y había sido, después de todo, mi madre.

Todo este mes se había convertido en el proceso de luto para mí. En cuestión de veinticuatro horas le había dicho adiós al amor de mi vida y a mi madre, y estaba a punto de firmar un contrato que podía condenar el resto de mi vida hasta mi jubilación.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora