02 | Niamey y los 305

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02| Niamey y los 305

Deneb:

—¿Quién narices eres? —repitió con un tono brusco—. ¿Tengo que echarte de la librería a patadas o cómo?

—Eres muy violento.

—Estás usurpando mi casa, mi habitación y parte de mi negocio, así que, entiende que no voy a ser todo flores y amistad.

—No estoy usurpando nada.

—Estás husmeando en mi habitación después de la hora de cierre. No sé si eres consciente de que, cuando un comercio cierra no puedes seguir en su interior. Si quieres comprar algo, vuelve mañana.

—¿Crees que soy tan imbécil como para no saber qué hacer cuando cierra un local?

—Te lo estoy explicando para que te largues.

—Peter me dijo que podía quedarme y esta es la habitación número trece.

Frunció el ceño.

—No, es la número doce.

—En el número de la entrada no pone eso.

Me hizo un gesto para que abandonase la habitación y, justo cuando pensé que iba a cerrar la puerta dejándome sola en el pasillo, levantó el brazo y con sus dedos acarició los números romanos que quedaban sobre el marco.

—Ah, joder, se le ha caído un palito —explicó llevándose una mano a la frente como si se estuviera castigando por haber hecho algo estúpido frente a mí—. Es verdad, Peter lleva días intentando repararla, pero como no tiene tiempo para nada, ahora hay dos habitaciones número doce —explicó—. Joder, qué desastre. Lo siento.

No dije nada, simplemente me limité a examinarlo de arriba abajo.

—Vamos, no te pongas así, he sido duro contigo, pero entiende que me encargo de la seguridad de este sitio y de la mía propia —dijo regalándome una sonrisa tensa.

—¿Dónde está la habitación número trece?

—Aquí al lado —indicó, tocando la puerta de la habitación que quedaba al lado de la suya—. Oye, de verdad...

Me di la vuelta una vez alcancé mi puerta y le dije:

—Entiendo que tengas que hacer tu trabajo, Koen, y no pasa nada, la verdad es que para mí también ha sido un poco violenta la situación. Pero la próxima vez que te las des de tío duro conmigo no vas a acabar bien. —Una vez dicho aquello, tomé aire, me encaminé a la habitación de al lado y añadí—: Ahora hazme el favor de pasar y decirme cómo vamos a repartirnos los horarios.

—Pensé que ibas a lanzarme un zapato a la cabeza.

—¿Por qué?

—Pues porque he sido un borde de mierda contigo —respondió mientras lo dejaba pasar—. Es verdad que tengo un carácter fuerte y que soy un poco hosco, pero no debería haberte hablado así.

La que resultó ser mi habitación no tenía nada que ver con la de Koen, fue algo que saltó a la vista nada más puse un pie dentro. Las paredes eran de un tono beige y había pocos muebles: una cama, un armario y un escritorio. Lo justo y lo necesario para comenzar a vivir.

Peter se lo había montado bastante bien.

Me senté en la cama, acaricié las sábanas con mis brazos, y lo miré antes de decirle:

—La librería abre a las nueve y cierra a las cinco y media, ¿cómo vamos a hacer los turnos?

—Mañana los dos vamos a hacer el turno completo —respondió sin dejar de mirarme a los ojos. Estaba de pie en el centro de la habitación, con los brazos cruzados. Con aquella pose, sus músculos, morenos por la sobreexposición al sol, se marcaban bajo su camiseta de manga corta—. Entre otras cosas porque Pete no va a estar y tengo que explicarte cómo funciona la tienda.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora