22 | Dos identidades

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22| Dos identidades

Deneb:

Una semana después, nada había cambiado.

Con los últimos ensayos de grupo de 305, había cubierto a Koen más horas de las que me correspondían y había descuidado mi trabajo en Green Freedom. Sam se había encargado de todo lo mejor que pudo, pero, inevitablemente, tenía que hacerme responsable de mi cargo porque era la única persona que entendía a Halley Parks y a su propósito.

Así que me había pasado horas y horas en mi despacho, firmando documentos, organizando fechas y delegando tareas. Algo muy importante también fue comentar con mis empleados el deseo de Niamey de ser la fotógrafa oficial de la asociación y todos habían recibido la idea con entusiasmo. La chica con nombre de capital también había pasado muchas horas encerrada en la asociación organizando su agenda para poder asistir a nuestros eventos.

Koen, Nicola y Enzo también la habían ayudado a terminar gran parte de su estudio. Por lo que me había contado Nia, el bajista seguía organizando la construcción de los muebles que le prometió y Koen y Nicola solo se habían dedicado a limpiar después de aquella mano de pintura que le dimos a las paredes todos juntos.

Desde aquel momento, la fotógrafa disfrutaba haciendo fotos a miembros de mi asociación en su estudio —sobre todo a Britt que había quedado fascinada con la idea—, e intentando encontrar la manera de atraer a clientes potenciales.

Yo me había pasado la semana encerrada en la asociación, tan enterrada en trabajo que incluso me había quedado dormida en la oficina un par de noches. Me perdí la despedida de Anna —que al final, había optado por volver a Canadá—, pero una parte de mí supo que había sido lo correcto. Al fin y al cabo, yo estaba hasta arriba de trabajo y nuestra relación no había sido más que otra mentira con la que decorar mi vida.

Tampoco estaba segura de que quisiera verme. Yo no hubiese querido, desde luego.

Fue a principios de semana, después de que Anna se marchase y cuando el nudo que tenía en mi garganta desde sus palabras seguía impidiéndome respirar, que me aventuré a intentar encontrar una solución.

Me gustaba Enzo. Muchísimo. Y me había enamorado de la persona que era sin quererlo.

No tenía la culpa, pero antes de todo eso la idea de gustarle verdaderamente a alguien era imposible dado que nuestra relación estaba basada en mentiras desde el principio y mientras estuviéramos en Australia. Una parte de mí había creído que podía hacer oídos sordos a esa parte de mi cabeza que defendía dicha idea y hacer caso ciego a mi corazón, pero las palabras de Anna me hicieron ver que me equivocaba.

Luego mi corazón despertó y volvió a recordarme que sufría porque no quería perder a Enzo. Y aquella falta de balance en este tipo de juego iba a acabar conmigo.

Al fin y al cabo, con Enzo siempre había sentido que caminaba entre andamios, a pesar de que a la vez me viese embriagada por un sentimiento de seguridad estando a su lado que daba miedo.

Sin embargo, ¿qué había de Anna?

La mañana después de dejar la habitación de Koen lo había visto salir de la habitación de Anna y no pude evitar preguntarme qué era lo que le había llevado a visitarla.

¿Estaba despidiéndose de un pasado arrollador o dándole otra oportunidad? Después de todo, Anna le importaba y había fingido estar enamorado de ella durante meses por miedo a hacerle daño. Y, para añadir leña al fuego, terminé confesándole que a una parte de mí le atraía el pelinegro, así que, cualquier cosa podría suceder.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora