30 | Chasing love

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30| Chasing love

Deneb:

Por la mañana temprano, Enzo me acompañó a la librería y nos despedimos bajo la promesa de volver a vernos en el jardín botánico horas más tarde.

Durante la noche le había confesado que echaba de menos leer, porque era una de las cosas que mantenía mi mente a raya, y que no había tenido demasiado tiempo para hacerlo mientras vivía con Sam. Él se ofreció a darme un cambio de aires y decidimos ir a hacer nuestra actividad favorita al aire libre, donde la decoración y los colores pudieran acompañarnos como si pudieran modificar nuestras emociones con tan solo su presencia.

Koen se había pasado el día entero durmiendo, por lo que pude observar cuando fui a hablar con él siguiendo el consejo del bajista. Así que, le escribí una nota antes de marcharme.

Una semana después de eso, el pelinegro y yo habíamos intentado volver a la rutina, esta vez, los dos juntos en la librería. Y el trabajo había sido tal que cuando terminábamos el turno o bien el batería tenía que irse a ensayar o ambos estábamos demasiado exhaustos como para hablar de un tema tan complicado como el amor.

Así que lo dejamos estar.

Hasta esta noche, cuando aparentemente el batería no podía retrasarlo más.

La delicadeza con la que llamó a mi puerta me indicó exactamente a lo que venía. Estaba colocándome unos pendientes a juego con mi vestido azul y le indiqué que pasase con la lengua afuera por mi concentración y en un tono más tenue del que me habría gustado.

Le permití el paso porque necesitaba escucharlo para seguir avanzando y para sanar una parte de nuestra relación que estaba rota desde su confesión. Además, sabía que esta noche no habría momento y que no podíamos retrasarlo más.

Cuando entró, la habitación entera quedó reducida a su presencia y mis dedos se enredaron torpemente en sí mismos mientras continuaban jugueteando con mi pendiente.

Era imposible para Koen pasar desapercibido. Eran muchísimos factores los que jugaban a su favor: ese magnetismo que desprendía, que te hacía querer permanecer a su lado sin saber explicar el por qué. Y esa codicia que lograba hacerte sentir, como si necesitaras poseerlo como para llegar a sentir que lo tenías todo en la vida.

La manera en la que su ropa se amoldaba a sus músculos no ayudaba en absoluto cuando se trataba de tenerlo cerca.

Se detuvo a unos pasos de distancia, cuando me encontró en el lateral de mi habitación, y pude ver cómo sus ojos descendían por mi figura, enguantada en aquel vestido de satén azul oscuro que había comprado días antes, cuando me advirtieron de que esta fiesta era más especial que las otras.

Pude ver cómo tragaba saliva con dificultad y la manera en la que su mirada permaneció enfocada en la curva de mis caderas a través del espejo. Mentiría si dijera que no sentí un escalofrío por aquella mirada animal en sus ojos que no trató de ocultar.

Y, aun así, seguía sin entender nada.

¿Por qué me miraba de aquella manera si su corazón era de otra persona? ¿Por qué se empeñaba en seguir jugando a un juego en el que ambos íbamos a lastimarnos?

¿Por qué había besado a Nia delante de mí?

El pelinegro se aclaró la garganta justo cuando logré ponerme el pendiente.

—¿Podemos hablar?

—Claro —respondí dándome la vuelta para observarlo y sentándome en la mesilla bajo el atento caos de su mirada.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora