16 | Seguir adelante

189 12 107
                                    

16| Seguir adelante

Deneb:

—¡Koen te he dicho que tengas cuidado, joder! ¡Algún día voy a matarte, te lo digo de verdad! —exclamó Nia subida a las escaleras de madera que yo trataba de sostener para evitar que se cayera sin mucho éxito.

—¡Lo siento, Nia! —exclamó el pelinegro antes de tropezarse con un cubo de pintura y derramarla en el suelo—. Oye, ¿no te apetece pintar el suelo de verde?

Esta soltó un gruñido que hizo temblar la escalera.

—Estate quieta y cálmate —le pedí al verla a punto de tropezarse—. Como pierdas el equilibrio Enzo va a matarme por saltarme sus normas de precaución y ya bastante tengo con la que se está liando por culpa de Koen.

—Sobre eso, lleváis unos días muy raros, ¿qué os ha pasado? Por momentos os veo genial y de la nada, a los cinco segundos, os veo distantes o discutiendo, ¿estáis bien?

Miré hacia atrás desde la puerta de la entrada del camerino, donde Niamey estaba terminando de pintar el techo, para observar a Enzo estudiar los planos y dibujos que él mismo había elaborado para comenzar a construir los muebles que le había pedido la chica con nombre de capital africana.

No parecía muy contento al haber visto a Koen fastidiarlo todo, sobre todo porque había manchado la madera con pintura verde que iba a ser un poco difícil de eliminar o disimular. Sin embargo, cuando el pelinegro y yo cruzamos miradas, no pudimos evitar una risa para nada disimulada.

Al recordar la pregunta de Nia, volví a la realidad.

—Puf, por favor —le dije—. ¿Qué va a pasar? Siempre está haciendo comentarios para sacarme de quicio, eso es todo.

—¿Como cuáles? —insistió, examinando el techo para comprobar que no había ningún hueco sin pintar. Cuando una gota se le cayó en el pelo, dijo—: ¡Joder!

—No sé, dice tantos que no puedo decantarme por ninguno ahora.

Con aquello me gané una de sus miradas furtivas.

—Mira, en el concierto no paraba de hacerte ojitos sobre el escenario y encima te llevó a casa. A partir de ese momento estáis raros. Dime por favor que no os habéis acostado.

—¿Qué? —exclamé llamando la atención de los chicos. Luego bajé la voz—. Nia, por Dios, ¿cómo se te ocurre?

—¿Todo bien por ahí? —preguntó Koen mientras Nicola lo ayudaba a llevarle un panel de madera a Enzo.

Niamey había decidido involucrarlos en todo esto de la reforma de su estudio porque quería hacer todo lo posible para salvar su relación de amistad con Koen, así que ella misma terminó diciéndoles lo que pretendíamos hacer con su estudio la noche del concierto, mientras Enzo y yo no estábamos. Así fue cómo terminamos aquí, todos juntos, convirtiendo el local en un auténtico circo.

—¡Sí! —exclamé antes de mirar a Nia.

—Solo quería advertirte para que no cometáis ese error. Te puedo garantizar que es una mierda —me dijo antes de poner ojitos y suplicarme—: Cuéntame lo que pasó, Dé, yo te conté que me había tirado a Koen. Sé generosa con el chisme.

Resoplé un poco abrumada y, después de mirar a Enzo durante unos segundos más para cerciorarme de que no estaba pendiente de nuestra conversación después de aquel grito, le dije:

—Nos besamos.

—¿¡QUÉ!? —exclamó, sobresaltando a los chicos.

—¿Quieres callarte? —le insistí.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora