24| Heridas abiertas e historias felices
Enzo:
Tras las palabras del pelinegro, decidimos no ir a ninguna cafetería. Todos habíamos comenzado a debatir sobre el tema cuando empecé a hacer más preguntas de la cuenta. El discurso de Koen no me había dejado precisamente satisfecho y, al ver que mis amigos estaban precisamente igual de inquietos que yo, decidimos intentar localizar a Deneb.
Llevábamos así desde que se marchó, hacía cinco horas.
Era la sexta vez que me saltaba el contestador.
Koen había dicho que no estaba en la biblioteca.
Niamey que no la había visto en el bar.
Nicola que tampoco la había visto en el parque.
Y yo estaba empezando a perder los nervios.
Estaba lloviendo, eran casi las doce de la noche y no había ni rastro de ella desde las seis y media de la tarde. Ni un mensaje, ni una llamada. Nada, absolutamente nada. Y estaba harto de recorrer los mismos lugares intentando encontrarla, no porque estuviese cansado o quisiera irme a casa, ni mucho menos; sino porque cada lugar vacío que examinaba me hacía perder más la cabeza.
No estaba en el descampado.
No estaba en la playa.
Tampoco en el parque.
Y si no la veía iba a darme un infarto.
Un trueno resonó iluminando la calle a su paso, de forma intermitente. Había olvidado el paraguas porque habían programado poca lluvia para esta noche, pero era evidente que el pronóstico estaba equivocado.
¿Dónde cojones estaba?
Continué buscándola en cada rincón del parque, incluso en el que estaba más cerca del bosque. Esperaba que no hubiese entrado en él en plena tormenta, porque los truenos resonaban con mayor fuerza en aquel sitio y no quería ni imaginarme lo que podría pasarle de encontrarse ahí.
Cuando terminé de examinar el parque por todos lados y una parte loca de mí me condujo a la idea de entrar en el bosque, vi una sombra corriendo por el carril bici que bordeaba el parque y en cuanto vi aquella pulsera brillante en su mano, eché a correr detrás de ella. Deneb solía llevar muchas de ellas en su mano derecha y por un momento pensé que podría tratarse de ella.
Sin embargo, tampoco se trataba de Deneb, no era más que una corredora al que la tormenta le había pillado fuera de casa.
Respiré profundamente y cuando una llamada entró a mi teléfono el corazón empezó a latirme desbocado. Cuando vi que se trataba de Koen y no de Deneb tuve que reunir toda mi fuerza de voluntad para no gritar.
—¿La has encontrado? —dije a modo de saludo.
—No. Te llamo para decirte que deberíamos descansar, llevamos horas buscando. Ven a la librería, puedes dormir aquí.
—No.
—Enzo, no seas cabezota ahora.
—¿Crees que voy a poder dormir sabiendo que ha podido pasarle algo?
—Hay una tormenta, Enzo, probablemente estará dentro de algún edificio.
—No pienso dejarla sola, en mitad de la noche, y con una tormenta.
Lo escuché bufar antes de que me dijese:
—Como quieras. Nicola se queda también en la librería. Si necesitas descansar y no quieres conducir a casa ven aquí. No me importa la hora que sea, te abriré.
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Los desperfectos del amor ✔
RomanceCon una identidad magullada y un pasado doloroso, Deneb tendrá que embarcarse en la mayor aventura de su historia para descubrir cuál es su propósito en la vida. Y cuando se tope con 305, la banda que revoluciona a toda la ciudad de Sídney, sus prob...