14| Enigma bonito
Deneb:
Llamé a la puerta frente a mí con urgencia y los segundos que pasé esperando a que alguien la abriera me carcomieron por dentro.
Koen apareció segundos después, con la camisa en la mano y los pantalones de traje abiertos, señal de que se estaba cambiando de ropa cuando le interrumpí. Estaba borracho, saltaba a la vista por la manera en la que andaba, pero, aun así, me atreví a dar un par de pasos más bajo su atenta mirada.
—Deneb, ¿qué pasa?
No había nada vacilante en su voz a pesar de su estado de ebriedad. Su juicio no había estado lo suficiente nublado como para pasar por alto que había algo mal conmigo. Y que continuase estudiándome y estando alerta para cerciorarse de mi seguridad me descolocaba.
Había llegado dos horas después que yo. Pero, como no podía dormir, le había escuchado llegar y entrar a su habitación. Sin embargo, me había costado levantarme de la cama porque había pasado varios minutos sopesando si ir a buscarlo o no y debatiendo sobre si era buena idea o si terminaría siendo mi perdición para lo que quedaba de noche.
Sin embargo, lo necesitaba.
—¿Puedo pasar? —pregunté desde la puerta.
—Claro. ¿Todo bien? —preguntó observando cómo la cerraba—. Creía que estabas dormida.
Negué con la cabeza y, al ver que no despegaba la vista del suelo, se acercó hasta a mí y me levantó la barbilla para poder estudiar lo que escondían mis ojos.
—Deneb, juro que si no me dices qué te pasa, voy a explotar.
—Me dijiste que querías una amicita.
Parpadeó lentamente antes de preguntar completamente desconcertado:
—¿Una qué?
—Una amicita. Una cita de amigos. —Asintió despacio—. La necesito.
—¿Ahora?
Asentí.
—Vale. Eh... ¿Puedes hacerme un café? Necesito que se me bajen los niveles de alcoholismo y tengo que vestirme.
—Sí, claro —dije alejándome de él.
—Te has cambiado de ropa, pero no te has puesto el pijama —dijo estudiándome—. ¿Cuánto tiempo llevas pensando en...?
—Cuando he llegado.
—Mierda, Deneb, podrías haberme escrito.
Le regalé una sonrisa ladeada antes de abrir la puerta.
—No tardes, por favor.
No me esperé para escuchar su respuesta, me marché apresuradamente hacia la cocina y preparé dos cafés. Para cuando Koen apareció, yo ya estaba sentada sobre la mesa —siguiendo mis raras costumbres— y dando un sorbo a mi taza.
El pelinegro no se había molestado en cambiarse de ropa, llevaba los mismos pantalones de traje del concierto y había optado por una camisa a juego con este, distinta a la azul que había llevado, intuí que porque estaría manchada de bebida. Agradecí que no se hubiera demorado en cuestiones de estilo, porque necesitaba escapar.
Separó una silla de la mesa y se sentó justo frente a mí, levantando la barbilla para observarme. Luego, sin decir nada, comenzó a jugar con el final de la tela de mis vaqueros y bebió sin decir nada, mientras su tacto en mi pierna me relajaba sin siquiera intentarlo.
—¿Piensas explicarme qué es lo que ocurre? —preguntó cuando terminó su café—. Te lo he preguntado varias veces, pero me has dado evasivas.
—Tengo que contarte algo.
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Los desperfectos del amor ✔
RomanceCon una identidad magullada y un pasado doloroso, Deneb tendrá que embarcarse en la mayor aventura de su historia para descubrir cuál es su propósito en la vida. Y cuando se tope con 305, la banda que revoluciona a toda la ciudad de Sídney, sus prob...