36 | Un lugar más privado

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36| Un lugar más privado

Deneb:

Enzo les había dicho a todos que estábamos juntos.

E iba a matarlo precisamente por la manera en que lo hizo.

—¿Veis a esa mujer tan preciosa de ahí? —preguntó señalándome desde el escenario—. ¡Pues es mi novia, joder!

El ruido de las baquetas de Koen haciendo un redoble y festejando posteriormente con los platillos de su batería pronto fue coreado por los gritos que empatizaban con la alegría del bajista de 305. Yo decidí esconder mi rostro entre mis manos como si con ello pudiera camuflarme entre los presentes, mientras Sam y Nia se volvían locos empujándome de un lado a otro mientras gritaban:

—¡Ya era hora, so cerda!

Al final terminé riendo con las mejillas sonrosadas mientras Enzo me lanzaba un beso desde el escenario y yo lo atrapaba correspondiendo su gesto.

El bajista había hablado la tarde anterior con Koen y le había explicado cómo habíamos decidido empezar algo juntos y cómo le preocupaba la posibilidad de que interfiriera con el grupo. El pelinegro le había dicho que se alegraba de verlo tan contento y de comprobar que yo estaba tomando las decisiones correctas.

Así que, cuando me lo contó y me dijo que quería ser él quien se lo dijera a nuestros amigos, cedí sin esperar que decidiera gritarlo a los cuatro vientos mientras a él lo protegía la altura del escenario y a mí me acribillaban nuestros amigos por haber mantenido en secreto la noticia.

Prince estaba repleto de gente. Habían terminado denegando el acceso a los últimos clientes de la noche porque no cabía ni un alfiler más en la sala, señal de que los chicos estaban arrasando con sus temas noche tras otra, semana tras semana.

Los escuchamos bailando al ritmo de Villain y coreamos Heartless y Longing for como una gran familia, unida bajo la luz de las linternas de nuestros teléfonos.

—Una vez... —dijo Enzo antes de interrumpirse a sí mismo con su risa celestial—. Una vez tuve una discusión sobre una dedicatoria.

Los gritos de los más curiosos respondieron a sus palabras, haciéndole sonreír bajo la luz de los focos del escenario y el escrutinio de los más curiosos.

—Aquella persona me preguntó tras el concierto si mi manera de enamorarla era dedicarle una canción. Pero la conversación, por muy interesante que os pueda parecer, derivó en un detalle muchísimo más importante para mí. Nunca le había dedicado una canción.

La audiencia volvió a gritar en respuesta.

—Os juro que lo único que podía preguntarme en aquellos momentos era cómo nadie podía haberle dedicado una canción a aquella chica tan preciosa. Y, cuando me preguntó por qué lo había hecho, solo pude responderle que era porque quería hacerla feliz. Después de explicarle que el motivo por el que le dediqué la canción no era conquistarla, permanecí mirando a sus impresionantes ojos y le aseguré que, si me propusiera enamorarla, lo conseguiría. Hoy, esa chica de ahí es mi novia, a la que acabáis de mirar hace unos segundos. Esta vez, te dedico la canción por lo que significa y no por intentar hacerte feliz, puedo asegurar que eso voy a intentarlo hasta el último de mis días a tu lado. ¡Chicos, esto es Forgetful Mind!

«I don't know how to fix it.

I'm losing my mind.

If all that I do is to think that

you're not mine».

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora