15 | ¿Qué hacer después de aquel beso?

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15| ¿Qué hacer después de aquel beso?

Deneb:

—¿Todo bien? —preguntó Koen depositando una caja llena de libros encima del mostrador donde estaba atendiendo.

Asentí, levantando la vista de la hoja de cuentas referente a Green Freedom. Llevaba una hora intentando organizar el presupuesto del mes, mientras algunos clientes venían a finalizar su compra y los pensamientos sobre Enzo acudían a mi cabeza sin permitirle descansar. Llevaba días intentando no pensar en el beso que nos dimos, pero al volver del puerto el otro día y ver sus mensajes, supe que era un tema que necesitaba abordar conmigo misma cuanto antes.

—¿Por qué no iba a estarlo?

—Te he dicho que Enzo y Nicola vienen en un rato y no me has respondido, pensaba que te encontrabas mal o algo.

—No, estoy bien, he desconectado por un minuto. —Al cabo de los segundos, cuando asimilé lo que acababa de decirme, añadí—: ¿Enzo y Nicola? ¿Para qué?

—Llevan cuatro días sin verte, te echan de menos —explicó—. Vienen para ver la peli esta noche.

Se me había olvidado por completo que hoy habíamos decidido organizar una noche de películas como la que los chicos hacían antes de mi llegada.

—¿Cómo está Nicola?

—Lo vas a ver ahora —dijo sonriendo.

—Es que no me va a contestar —respondí, un poco irritada.

Sonrió.

—Oye, ¿estás segura de que todo va bien? Si estás agobiada porque llevas demasiado tiempo atrapada siendo Deneb puedes decírmelo —dijo apoyándose en el mostrador hasta quedar a la altura de mi rostro. Enseguida, la imagen de Enzo apoyándose en la barra la noche de aquel beso que me carcomía por dentro, apareció en mi cabeza.

Me aparté del mostrador y le dije:

—No te preocupes, no es eso. Los presupuestos de Green Freedom me tienen agobiada y no sé cómo gestionarlos. Los necesito para mañana y estoy estresada. Creo que solo me hace falta un momento al aire libre y respirar con tranquilidad, pero eso será dentro de un rato.

—Claro, como quieras.

El pelinegro se alejó de mí hasta la estantería que quedaba enfrente del mostrador para comenzar a colocar libros. Yo me dediqué a resoplar y a apoyar la cabeza en el cristal del mostrador, sintiendo cada vez más presión acumulada en mi pecho.

Koen no se equivocó, Nicola y Enzo entraron por la puerta de la librería media hora después. El primero todavía tenía puesto el cabestrillo que le habían colocado en el hospital, aunque se notaba que la felicidad había vuelto a sus facciones. Por el contrario, Enzo llevaba puestas unas gafas de sol que me dificultaban leer su expresión.

Ambos saludaron a Koen con una sonrisa, aunque podíamos diferir entre una y otra. La del guitarrista parecía honesta y sincera, la del bajista una de puro compromiso.

Koen estuvo hablando un rato con ellos antes de señalarme, indicándoles dónde me encontraba. Yo les regalé una sonrisa y les saludé con la mano mientras ambos venían hacia mí y mi estómago se revolvía muchísimo más de lo que estaba.

Para mi sorpresa, fue Nicola quien habló.

—¡Hola, Dé!

Mi sorpresa debería haberse visto a kilómetros, porque Enzo sonrió, esta vez genuinamente, y se inmiscuyó a la conversación.

—Venimos del hospital y, como queríamos pasarnos a verte y Nicola tenía varias cosas que decirte, se me ha ocurrido darle algo para beber por el camino.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora