28 | Por eso te dijo que no

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28| Por eso te dijo que no

Deneb:

Vestirse para ir a una fiesta acompañada por dos chicos consumidos por la lujuria se había convertido en una misión imposible y en un auténtico tormento. A eso debíamos sumarle que Nicola era un manojo de nervios y cada vez que el pelirrojo se acercaba a decirle algo, este terminaba escondiéndose en el armario durante un periodo de cinco minutos.

—Dame un puto cubata, por favor.

—Ya hemos hablado de esto, Nic, no voy a hacer eso —le dijo el pelirrojo dando unos toquecitos en la puerta. ¿Cómo había cogido en el armario? No quería saberlo.

—Sin cubata no salgo.

—Sí vas a salir, tienes que tocar y tenéis un contrato.

—También tengo un trauma y miles de problemas sin resolver. ¿Quieres que cuente lo que tienes tú? Un palo metido en el culo.

—Mírate, ya estás hablando sin trabarte, estoy orgulloso de ti.

—Eso es porque habla la adrenalina.

—Nic...

—Necesito un cubata.

—Echamos un polvo rapidito si sales sin oponer resistencia.

—¿Está Deneb?

—No —mintió el pelirrojo antes de hacerme una señal para que me cambiase de habitación.

Y como yo no estaba dispuesta a escuchar su banda sonora después de haber escuchado la de Enzo, cogí mi abrigo y me vi sola en la cocina con los auriculares puestos mientras me debatía por qué narices ponerme esta noche. Por ello, había decidido volver a la librería con algunas de mis cosas para comenzar mi traslado y para poder vestirme sin riesgo a ver algún genital masculino en mi campo de visión.

Cuando Koen me vio en la puerta de la librería pestañeó un par de veces como si fuese un espejismo y cuando me vio sonreír, dejó su puesto en el mostrador para venir a mi encuentro.

—¿Es posible que te vea diferente después de un mes? —preguntó abrazándome y dándome un beso en el pelo—. ¿Qué haces aquí?

—Vengo a recuperar mi cuarto.

—¿Hablamos la semana pasada y no podías habérmelo dicho? —preguntó separándose de mí.

Creí conveniente escribirle para preguntarle cómo estaba una tarde de la semana pasada, cuando Nicola me comentó que el pelinegro estaba un poco agobiado por uno de los conciertos de la semana.

—Lo he decidido hace poco. Además, Nicola y Sam están... Trabajando en su estrés.

—Están follando, ¿no?

—Algo así.

El pelinegro soltó una carcajada antes de mirar hacia el mostrador. Cuando vio a varios clientes haciendo cola, les hizo un gesto para que esperasen unos segundos y se volvió hacia mí para decirme:

—Sube anda, luego tendremos tiempo para ponernos al día, Pé.

No me quedé para decirle que iba a ser parte de su noche. Me había gustado tanto la manera en la que me había mirado, con la alegría y la sorpresa adueñándose de su sistema, que quería volver a sorprenderlo. Así que, me marché escaleras arriba para darme una ducha y prepararme para esta noche.

Mi cuarto seguía exactamente igual que siempre. La única diferencia había sido que el armario estaba un poco más vacío al haberme llevado ropa a casa de Sam. Sin embargo, tenía poco tiempo para ducharme ya que aún no había decidido qué iba a ponerme, por lo que no me detuve a pensar mucho en eso.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora