33 | Cuchillos al corazón

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33| Cuchillos al corazón

Deneb:

—¿De qué está hablando, Enzo? —le pregunté al bajista, que me cubría con su cuerpo como si el guitarrista pudiera hacerme daño.

—¡Hablo de la puta cuchilla que me quitó el otro día! —exclamó el rubio dando un golpe en el marco de la puerta del salón.

—No veo el motivo —le respondió un Enzo demasiado tranquilo para mi gusto.

—¡El motivo es que me quiero quitar la puta vida! —exclamó acercándose hasta él dando pasos agigantados. Luego, le cogió del cuello de la camiseta y le dijo—: Dame la cuchilla.

Se me iba a salir el corazón del pecho en aquellos momentos.

—Estás borracho. Así que, cuando te calmes un poco, hablaremos del tema.

—No quiero negociar, Enzo, quiero que me des lo que busco.

—Ya, bueno, pero el que tiene la cuchilla soy yo. Así que, hablaremos cuando te relajes.

Sabía que Enzo no le daría lo que buscaba jamás. Si había alguien capaz de hacer que su amigo quisiera seguir luchando por su vida, ese era Enzo. Sin embargo, verle insinuar que, si le hacía caso, tendría lo que buscaba me puso los vellos de punta.

—Nicola, suéltalo —susurré con la voz temblorosa.

—Estás asustando a Deneb —le dijo el bajista sin vacilación, algo que me hizo ser consciente de que quizás, esta no era la primera vez que sucedía algo de esto—. Hazle caso, suéltame y razonemos.

El guitarrista lo soltó con violencia y arrasó con sus manos todo lo que había en la mesa, ensuciando el sofá con los restos de leche de nuestras tazas y convirtiendo el suelo en un mosaico de cerámica repleto de color.

Se llevó dos manos a la cabeza y respiró angustiado, como si le faltara el aire en aquella habitación inmensa.

—¿Razonar? ¿Eso es lo que quieres? ¿Razonar? —preguntó chillando.

—Precisamente. Quiero hacerte ver que te equivocas y que tu decisión es una mierda.

—Enzo...

—¡Qué sabrás tú de decisiones de mierda, Enzo! ¡Toda tu vida es un chiste tras otro, una sucesión de cagadas! ¿Pretendes enseñarme lo que es el amor? ¿El chico al que nunca han amado? ¡Vete a la mierda, joder!

—Deneb, quizás deberías irte a mi habitación —susurró el bajista.

—No pienso dejarte sola con él —respondí tajante.

No sabía si el bajista había tenido que lidiar con esto más veces o si eran solo suposiciones mías, pero estaba claro que no iba a moverme de su lado mientras Nicola estuviera tan nervioso.

—Nicola —lo llamó el bajista al descubrir que su espalda temblaba ligeramente.

Cuando se dio la vuelta pude ver la desesperación brillando en sus ojos a raíz de las lágrimas que intentaban mantener presas en ellos.

—¿Es que no sabes lo que es querer quitarse la vida? ¿Lo mal que me siento ahora mismo como para querer morirme? ¡Morirme, Enzo, quiero morirme! ¡Acaba ya con este sufrimiento, por favor, no puedo más!

Con las lágrimas al borde de mis ojos, observé que el bajista se incorporaba lentamente del sofá y caminaba hacia él con pasos premeditados, como si el guitarrista de 305 fuera una bomba de relojería a punto de estallar.

—Mírame —escuché que le decía una vez quedando frente a él. Llevó ambas manos a sus hombros para llamar su atención más allá de las palabras—. Mírame, Nicola, te he dicho que me mires.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora