04| Resacón en la villa de los mil cuentos
Deneb:
Me despertó el desagradable ruido de un camión en el exterior y, posteriormente, el ruido insoportable de la valla principal siendo levantada, causando el mayor estruendo del mundo.
Me incorporé, tapándome los ojos y protegiéndolos de la repentina claridad que comenzó a entrar por el local, mientras mi espalda crujía. Todos los músculos de mi cuerpo ardían, pero mi quejido quedó opacado por el de Koen.
—Oh, mierda. Peter...
Casi me caigo del mostrador cuando me eché hacia un lado para ver al pelinegro durmiendo en el suelo, bocabajo y murmurando palabras inaudibles ya que su voz era amortiguada por este.
—¡Eso es, mierda! ¡Peter, vuestro jefe, está aquí! —exclamó una voz desde la entrada. Mi mirada se desplazó hacia él, que tenía los brazos extendidos en el aire y una sonrisa radiante dibujada en el rostro—. ¡Cómo me alegra ver que mis trabajadores han echado horas extra y se han ido a dormir tarde!
—Buenos días, Peter —musité, sin haber procesado sus palabras, mientras me planchaba inútilmente el vestido blanco de anoche con las manos.
Koen se levantó atontolinado, levantó una mano para saludarle y le dijo:
—Sabes perfectamente que eso no ha pasado, grandullón, así que cierra el pico que tu voz es horrorosamente molesta.
Lejos de molestarse, Peter soltó una carcajada que me desconcertó mientras el pelinegro me ayudaba a bajar del mostrador.
Anoche llegamos tan tarde y tan borrachos que no nos dio tiempo a llegar a nuestras habitaciones. Tampoco era como si hubiéramos estado en plenas capacidades para subir las escaleras, así que, el suelo y el mostrador fueron la mejor opción, a pesar de que ahora mismo estuviese cuestionándome nuestra capacidad decisiva de anoche.
—¿Qué tenemos por aquí? —preguntó Peter observándonos de la cabeza a los pies—. Koen, hazme el favor de cubrirte un poco, no quiero que los repartidores se queden otra vez embelesados con tu tableta de chocolate y tardemos más de la cuenta en reponer. Y en cuanto a ti, jovencita... Ese vestido está genial, pero asegúrate de no tropezar por su largura y tirar mis libros por el camino.
—Entendido, coronel —dijo Koen encaminándose hacia las escaleras.
—Voy a por el desayuno, anda. Aseguraos de que no roben nada y en cuanto acaben a la calle. —Luego, se giró hacia mí y murmuró—: Tienen un problema demasiado serio con Koen.
—Porque soy irresistiblemente guapo —exclamó este desde la planta alta haciéndonos reír.
—¡Si tu supuesta belleza me diera dinero no estaríamos en una librería, mozo! —exclamó, bromeando—. Sé que a Koen le gustan los donuts, ¿qué te gusta a ti?
—Eh... Café con leche y el resto me da igual. Pero hoy necesito el café para sobrevivir.
Peter asintió, divertido por mis palabras, y se aproximó a la puerta de entrada para hablar con los repartidores antes de ir en busca de una cafetería.
Saludé tímidamente a los chicos y les dejé hacer su trabajo mientras buscaba los ficheros del inventario que Koen y yo habíamos preparado a lo largo de la semana para ir marcando los libros repuestos mientras los íbamos colocando en los estantes y en el almacén.
De vez en cuando sentía su mirada clavada en mí y no supe descifrar si era porque Koen no les estaba atendiendo o la pinta de novia a la fuga ebria que tenía, por lo que, avergonzada, intenté esconderme entre los estantes para no encontrarme con ellos.
ESTÁS LEYENDO
Los desperfectos del amor ✔
RomanceCon una identidad magullada y un pasado doloroso, Deneb tendrá que embarcarse en la mayor aventura de su historia para descubrir cuál es su propósito en la vida. Y cuando se tope con 305, la banda que revoluciona a toda la ciudad de Sídney, sus prob...