26 | Primeros pasos para quererme a mí misma

108 8 26
                                    

26| Primeros pasos para quererme a mí misma

Deneb:

El amor tiene muchos desperfectos.

Pero el primero de ellos era no saber amarte a ti mismo.

Y yo estaba pagando el precio de ello, pero también lo estaba remediando.

Cuando Koen se atrevió a empezar a conducir después de mis palabras no pronunciadas del otro día, el silencio se hizo profundo en el coche hasta que, en algún momento cerca de la librería, pronunció la frase que más me atemorizó en todo el día.

«Llama a Sam. Deberías quedarte con él esta semana por lo menos, yo solo voy a ser una distracción».

Entendí que los motivos reales de aquella declaración era que el pelinegro quería que cumpliese mis objetivos en el hipotético caso de que tuviera que verme forzada a regresar a Venice, sin embargo, me dolió porque con ella había hecho real el hecho de que mi tiempo se acababa y una parte de mí todavía no estaba preparada para aceptarlo.

Porque su frase había sido una medida desesperada para una posible situación desesperada.

¿Podía arreglar mi vida en una semana? Desde luego que no. Ni lo intentaría. Este tipo de procesos llevaban tiempo y yo no podía forzarlos, eso me quedaba claro. Pero debía poner de mi parte para intentar descifrar cuáles serían los siguientes pasos de mi vida.

Llamé a Sam tan pronto como el pelinegro pronunció aquellas palabras. Y supe que mi conversación con el pelirrojo no le había gustado, porque aquella mirada serena había sido sustituida por una agudeza y un descontento perfectamente palpables. Pero yo no podía arreglar mi vida sin alejarme de Enzo y Koen y este último lo sabía.

El pelirrojo me ofreció su piso de estudiantes sin perder ni un instante y, desde entonces, habíamos pasado a ser compañeros.

Habían pasado dos semanas desde aquello.

Parte de mi problema en Sídney había sido que, al llegar, mi corazón había ido tomando decisiones sin hacerle caso a la razón, llevándome a perder mis objetivos y centrándome en Koen y en Enzo y convirtiéndoles en un problema mayor que prácticamente competía con el de mi identidad. Una vez identifiqué lo que sucedía, decidí que quedarme a vivir con Sam constituiría un bloqueo total a mis sentimientos amorosos por el momento.

Enzo y Koen eran una droga y mi adicción a ellos tenía que desaparecer, por lo que no puse un pie en la librería desde que Koen me ayudó a recoger parte de mis cosas para llevarme al apartamento del pelirrojo. Tampoco había ido a ninguno de los conciertos de 305 y la única persona con la que había mantenido el contacto había sido Nia.

Sabía que tenía a Enzo y a Koen a una llamada o a un mensaje de distancia, sin embargo, había intentado ser lo suficientemente fuerte como para no desmoronarme delante de ellos. Koen sabía toda mi historia, quién era y que muy posiblemente pronto tendría que marcharme de la ciudad. Pero Enzo para mí siempre sería un ancla fundamental. Y confiar en uno hacía muy injusto no llamar al otro.

Durante estos días no había tenido noticias sobre aquel fotógrafo desesperado y ansioso por una exclusiva. Mis padres me habían dicho que estaban intentando gestionarlo con sus agentes, pero era demasiado ingenuo por mi parte creer que podría librarme de esta. Por ello, mi mente sobrepensante, no paraba de darle vueltas al tema y las noches se habían convertido en un verdadero suplicio en el que el juego con mi mente no me convertía precisamente en vencedora.

Así fue como empecé mis visitas nocturnas a la asociación.

Sam no podía ayudarme en la toma de decisiones de mi vida personal, porque era algo que solo me correspondía a mí. Tenía que quererme lo suficiente como para ser capaz de confiar en que mis decisiones serían las acertadas y que estas tenían fundamento. Ese era mi plan de trabajo para quererme más y confiar con creces en la persona que era y en quién me estaba convirtiendo.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora