18 | Solitario

138 12 113
                                    

18| Solitario

Deneb:

—Deneb, ¿puedo hablar contigo? —preguntó Anna llamando mi atención desde el mostrador de la librería.

Me di la vuelta para mirarla mientras terminaba de colocar la carpeta con los datos del registro que Koen y yo teníamos que entregarle a Peter en un par de horas.

—Claro, ¿necesitas algo? Si hace mucho calor creo que puedes pedirle a Koen el mando del aire acondicionado de la habitación.

Tal y como Enzo había predicho, Anna no podía quedarse mucho tiempo. Volvería a Canadá a finales de semana porque tenía que hacer un papeleo del que no nos había dado muchos detalles. Por ende, Koen y yo le habíamos ofrecido quedarse en la librería para ahorrar gastos, ya que había muchísimas habitaciones disponibles.

—No, no es nada de eso —dijo con las mejillas sonrosadas—. Estos días estás siendo la mejor compañera del mundo.

Sonreí.

—Entonces, ¿qué necesitas?

—Es sobre Enzo —dijo bajando la voz—. Koen me ha dicho que vosotros dos sois muy amigos y...

Mi estómago se tensó al escucharla decir aquello.

—Anna, nosotros no...

—Me preguntaba si sabías dónde está. Llevo sin verlo desde el martes. Necesitaba hablar con él de una cosa muy importante y le mencioné algo sobre el tema en la discoteca, pero me dijo que tenía que irse y desapareció. Koen y Nicola llevan buscándolo también desde ese día, por lo visto tocan en un par de días y no les responde a las llamadas.

Yo tampoco lo había visto estos días y estaba preocupada, porque no sabía si estaba respetando la distancia por lo que acordamos o porque verdaderamente le había sucedido algo.

No había venido a verme a la mañana siguiente como dijo que haría, aunque lo agradecí después de haberme encontrado en el estado en el que me encontraba. Prácticamente vomité dos veces encima de Koen, que me trajo de vuelta a la librería cuando nos dimos cuenta de que Sam había desaparecido.

El último mensaje de nuestro chat era mío.

«Evueko a dasa, toyben, casa Kone».

Un intento verdaderamente penoso de escribir: «He vuelto a casa, estoy bien. Estoy en casa con Koen».

—Yo sustituyo a Nicola esta semana y también estoy preocupada, no tengo noticias de él y no podemos ensayar —le dije acercándome al mostrador.

Llevaba toda la semana practicando por mi cuenta en la librería. En un intento desesperado por encontrar al bajista, fui a su apartamento, pero al ver que solo estaba Nicola y que tampoco sabía nada de su paradero, le dije que había venido también a por su guitarra para ensayar.

—¿Puedo contarte un secreto? —preguntó—. Siento que a veces es mejor contárselos a alguien extraño que a alguien con quien tengo confianza.

Asentí, ya también me sentía así algunas veces.

¿Fue por eso por lo que le conté mi secreto al pelinegro? ¿Porque sentía que lo conocía menos que a los demás?

—Le dije que quería volver.

—¿A Sídney?

Rio.

—No seas boba, con él.

Aquellas palabras me golpearon fuertemente en el estómago. Iba a tener que agradecer a mi sistema inmunitario por solo limitarse a vomitar cuando la bebida y yo nos volvíamos mejores amigas.

Los desperfectos del amor ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora