Capítulo 10

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Por fin es viernes cuando entro a la cafetería para comprar mi desayuno, que a esta altura de la semana ya lo hago arrastrando los pies.

Cuando sonó el despertador hoy temprano estuve 20 minutos agonizante, mirando a la nebulosa y replanteándome si realmente necesitaba trabajar. Digo, siempre tendré disponible el sofá de mi hermano si me decido por ser un desempleado y mantenido. 

No fue hasta que se me cruzó por la cabeza la cara de la gárgola que decline mi idea. No voy a darle el gusto de que me vea sucumbir ante su mirada tenebrosa. 

Claramente despierto por obligación, no por gusto. Y porque tengo orgullo y un ego bastante grande. 

Encima para mejorar la semana, recibí un mensaje de un número desconocido el cual decía "Feliz cumpleaños". Tarde, como siempre. Fue lo primero que pensé. Sabía bien de quién era, fue por lo que lo elimine y bloquee el número. Pero aun así ya había conseguido el efecto negativo que ocasiona siempre, por lo que ya estaba de malas. Aunque lo que más me molesta es que logre ponerme de ese modo. 

Una vez que me entregan mi caramel macchiato salgo, aferrándome a mi vaso de café como si fuera un salvavidas en medio del océano. En el momento que pongo un pie afuera, veo al rey de Roma entrando al edificio, lo que me resulta un poco raro, dado que es algo más tarde que lo usual. 

Podría dar una vuelta manzana para evitarme tener que compartir de nuevo el elevador con él. - pienso para mis adentros. Lanzo un quejido, haciendo mi cabeza hacia atrás. - No puedo ser así de chiquilin. Tengo que ser civilizado. 

Tú capacidad para ser civilizado siempre me sorprende. - oigo su voz en mi mente. 

Ya verá. Le voy a demostrar que tan civilizado puedo ser. 

Entro con pasos firmes y seguros, sin embargo me sorprendo cuando no lo veo frente al elevador. 

Supongo que ya ha subido. - Suspiro. - Mejor

Presiono el botón, y vuelvo a sorprenderme cuando las puertas no tardan en abrirse. Extrañado subo y aprieto el último piso. 

Se que a veces pierdo la noción del tiempo, pero ¿tanto duró mi charla interna? Debo haber parecido un idiota allí parado 10 minutos, sin moverme. 

Salgo cuando las puertas vuelven a abrirse, sin embargo me detengo al percibir a alguien a un costado mío, detrás. Giro mi cabeza y doy un respingo al percatarme que es él, quien se detiene a mi lado.

¿¡De dónde rayos salió!? 

Mi pregunta no tarda en ser autorespondida cuando percibo que detrás suyo se encuentran las escaleras. 

- ¿Es que ahora sube por las escaleras? - se me escapa por la boca. 

Si que quedo traumado despues de esa vez que quedamos encerrados. 

- Es un buen ejercicio. - responde con esa seriedad que acostumbra, tan diferente a aquella noche en la no parecía tan rígido y malhumorado. 

- Si, si quieres tener un trasplante de pulmón antes de los 40. - digo. - Si yo tuviera que subir todos los días por las escaleras, necesitaría a alguien aguardándome con un respirador de oxígeno. Y obviando que los últimos pisos los subiría arrastrándome. 

Se queda observándome por un breve segundo, para luego apartar la mirada, ignorandome y sigue caminando. 

¿Acaso se ha ofendido? Solo ha sido un chiste tonto para liberar la tensión. Y luego soy yo el que no puede ser civilizado. 

- Buenos días. - saludo animado a mis compañeros cuando atravieso la puerta de la oficina y me dirijo a mi escritorio. 

- Y llegó el alma de la oficina. - habla Pedro con una sonrisa, quien está sentado junto a Uma en su escritorio. - Buenos días. 

Tenía que ser élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora