La noche pasó entre vasos de cervezas y escuchando las diferentes bandas que se presentaron el vivo.
Y en todo ese tiempo no pude mantener la bocota cerrada, las palabras salían de mí como una regadera a la que nunca se le acababa el agua. Rhett, de ser una planta, probablemente ya estaría podrido y ahogado; porque en todo momento me oyó con atención y en silencio aquello que le contaba ya sea sobre la banda tocaba, la canción, el club, o el jazz en general.
Creo que eso fue lo que me impulsó a seguir parloteando, que él parecía no perder el interés en mí. Y no es que no acostumbre a ganarme la atención de las personas, sino que... la suya es distinta. Es como... abrir una bebida y encontrarte con la tapita ganadora, cuando lo normal es un "Sigue participando".
¿Tuvo sentido? Es que mucha veces siento que mis pensamientos se enredan y pierden la coherencia.
Con Rhett vamos caminando por la calle hasta su departamento, ya que como ambos estuvimos bebiendo él dejó su auto a la vuelta del club, y como no se encontraba tan lejos decidí acompañarlo para despabilarme un poco y ahí si pedirme un uber.
Aunque en el fondo, una pequeña parte de mi, no quería despedirse de él todavía.
- Oye, puedes avisarme cuando no me aguantes más. - menciono una vez que termino de contarle otro de mis tantos temas interminables de conversación. - Porque, como ya habrás notado, no tengo límites con el temita de la charla.
- Está bien, no te preocupes. - dice con ese tono de voz suave y áspero a la vez. - Es como un respiro.
Quedo un tanto pasmado al oírlo decir eso. ¿¡Escucharme hablar un respiro!? Que va, creo que ya lo atrofie.
Se me escapa una risa socarrona. Gira su cabeza y me observa extrañado.
- ¿Qué? - inquiere confundido.
Niego. - Nada es que... - vuelvo a reír. - Me has tomado desprevenido con eso de que te parece un respiro oír mis largos monólogos.
- Pues... - queda callado por un momento. - Para alguien que... acostumbra a estar solo con sus pensamientos, oír los de alguien más puede ser un respiro. - aparta la mirada y hace una pausa. - Además... dices cosas interesantes. - agrega en voz baja, evitando mirarme.
Se me forma una sonrisa de idiota. "Dices cosas interesantes".
Continuamos caminando un poco más, y nos detenemos al llegar al edifico donde vive. Quedamos observándonos en silencio por un momento. Siento como si me quemara la garganta tener que decirle "Adiós, nos vemos en la oficina".
Carajo, ¿que me pasa? necesito darme unas cuantas cachetadas al llegar a mi departamento para ver si así se me acomodan las neuronas. ¿Se puede ser más ridículo?
- ¿Quieres subir a casa a tomar un café? - su voz me saca que mis pensamientos.
¿Qué? ¿Acaso he oído bien? ¿Me ha invitado a subir? ¿¡Él!?
Mierda, pero si este día se pone más y más raro.
- No tienes que invitarme a tu casa solo porque yo lo hice al club. - comento. - No te sientas en el compromiso, o que es algo por algo como un intercambio.
- No lo hago por eso. - habla firme. - No suelo hacer las cosas por compromiso, sino porque quiero. En especial cuando se trata de invitar personas a mi casa.
Oh wow. Soy la única persona a la que ha invitado a su departamento, y encima dos veces. ¿A qué viene todo esto? Digo, porque solo soy uno de sus empleados, a quien hasta hace no muy poco miraba con ganas de querer hacerlo desaparecer de la faz de la tierra.
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Tenía que ser él
RomanceAtticus Lee es feliz. Esta en sus 30s. Trabaja de lo que ama, tiene unos compañeros a los que adora, puede costearse todos sus caprichos y las citas no le faltan. Siente que no le falta nada. Pero todo se da vuelta cuando llega un nuevo jefe a la e...